Desde que formalizara la compra del Valencia en octubre de 2014, el proyecto de Peter Lim se ha movido en una constante vorágine de fichajes y ventas, sin que la plantilla haya gozado de la estabilidad necesaria para asentar una base competitiva. En cuanto se confirme la venta de Paco Alcácer al FC Barcelona, el Valencia habrá ingresado en caja más de 176 millones de euros, sin contar con el cobro de las variables previstas en distintas ventas. En el otro lado de la balanza, el club de Mestalla ha fichado futbolistas por valor de 170 millones, sin contar con la avalancha de incorporaciones previstas para los tres últimos días de mercado para definir el proyecto de la temporada 2016-17.

Por el camino, el torbellino de la planificación de Lim ha hecho desfilar por Mestalla a cuatro cuerpos técnicos distintos. Sin haber accedido todavía al club, Lim forzó la destitución de Juan Antonio Pizzi para meter con calzador a Nuno Espirito Santo. Después de una gran primera temporada, en la campaña pasada regresaron las turbulencias al banquillo. Primero se finiquitó a Nuno con tres años de contrato. Con posterioridad Lim, en la primera de sus apuestas unilaterales „le asiste ese derecho al ser el dueño„ contrató a un técnico sin experiencia ni conocimiento alguno del campeonato como Gary Neville. Con el equipo en caída libre a las posiciones de descenso, se rectificó de nuevo para incorporar a Pako Ayestarán, ahora en una situación de precariedad al hacerse cargo de un proyecto con visibles deficiencias estructurales. Además, también ha habido relevos tanto en la presidencia (de Salvo a Layhoon), dirección deportiva (de Rufete-Ayala a Jesús García Pitarch) o el departamento marketing (de Louis Dowens a Peter Draper).

El carrusel de fichajes y ventas son un constante en clubes controlados por grandes inversores extranjeros, aunque suelen centrarse sobre todo en el primer año de gestión. Grandes cambios encaminados a aumentar a muy corto plazo la musculatura deportiva del equipo. Sin embargo, la realidad es que el potencial del Valencia ha disminuido al galope en estos dos años, pese a la promesa de que no volverían a haber más casos como los de Villa, Silva o Mata. La pasada temporada se firmó la cuarta peor campaña de la historia. Y en este verano han abandonado el club, previa petición, casi todos los principales activos del equipo: André Gomes, Shkodran Mustafi, Javi Fuego y, en cuestión de horas, Paco Alcácer. El Valencia solo ha resistido en el pulso que propuso Dani Parejo en su frustrada salida al Sevilla.

La valiosa herencia

Salvo en el caso de André Gomes, uno de los primeros futbolistas apadrinados por Peter Lim, el propietario del Valencia ha compensado su inversión en fichajes con la venta de jugadores que ya eran patrimonio del club antes de su llegada. Otamendi (al Manchester City) y Mustafi (al Arsenal) fueron contratados por Ayala y Rufete ajustándose a los 20 millones ingresados con el traspaso de Mathieu al FC Barcelona. Ambos defensores han reportado al Valencia 89 millones de euros. La otra gran salida ha conmocionado a la afición por su calado simbólico, con Paco Alcácer, emblema sentimental de la institución, como protagonista. Una operación que aumenta el riesgo de desarraigo de la masa social con su casi centenario club. Para encontrar un símil aproximado es como si Roman Abramovich no hubiese podido retener en su día en el Chelsea a jugadores tan representativos como John Terry.

Por contra, la plantilla del Valencia arrastra la losa de incorporaciones con pésimo rendimiento reclutadas mediante la fuerte influencia externa de Jorge Mendes y unos precios altos, muy lejos de su valor y nivel real, como Aymen Abdennour y Aderlán Santos, titulares a la fuerza mientras no tengan sustitutos. La sensación de caos ha aumentado con la bicefalia abierta por las negociaciones individuales llevadas a cabo por Lim con el Barcelona en las ventas de Gomes y Alcácer, y que han pillado a contrapié a García Pitarch o a la misma Layhoon Chan, que garantizó públicamente la continuidad del delantero valenciano.

El avance del verano ha desmentido la intención del Valencia de reformar las bases del proyecto, condicionado por la ausencia en la Liga de Campeones, para apostar por un modelo de club tradicional, más humilde, potenciando la cultura de club y dando voz y voto a los empleados de la casa. La realidad ha confirmado que el Valencia se mueve con la lógica Mendes, consistente en hiperactivizar el mercado.