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El vaso medio lleno

El vaso medio lleno

El sábado apura sus últimos coletazos mientras de fondo en una televisión nacional James y Marco Asensio acaparan encendidos debates. Para mí los quisiera. Independientemente de los resultados que se produzcan en los últimos partidos del domingo, el Valencia llegará como colista al paréntesis por los compromisos de las selecciones. Colista. Con cero puntos. Ha perdido sus primeros enfrentamientos de Liga contra dos equipos cuyo presupuesto es varias veces inferior al de Mestalla. Siendo, eso sí, muy superior a ambos. Mustafi acaba de superar la revisión médica con el Arsenal y Paco Alcácer observa ausente la derrota contra el Eibar desde el palco de Ipurua. Su traspaso al Barça es cuestión de horas. Quedan cuatro días para el cierre del mercado y Ayestarán necesita, como mínimo, dos centrales, un mediapunta y dos delanteros para poder competir por algo importante. Ni la versión más canalla del peor Joker hubiera ideado un guión tan cruel para despedazar al murciélago.

A pesar de todo ello, y en contra del pesimismo reinante en un sector muy considerable del entorno, hay motivos para la esperanza. Tal cual lo están leyendo. Para justificar tanto optimismo a contracorriente, vaya por delante un matiz fundamental que debería presidir cualquier sanedrín que se realice respecto al Valencia durante el parón liguero. Quince días que pueden convertirse en quince vidas. Conviene no mezclar el retraso y la bicefalia en la planificación deportiva con el análisis del juego del equipo. Son, al menos en este punto, aspectos antitéticos. De cada diez inicios de Liga como el vivido, el conjunto de Pako Ayestarán estaría colíder en la mayoría de ellos. Exhibiendo, además, una pasmosa facilidad para generar juego asociativo y generar llegadas a la portería contraria. Lo escribo como lo pienso. En ataque, el libro de estilo de este equipo incompleto y carente de médula espinal es mucho más brillante que cualquiera de las versiones de Nuno. Aunque al portugués, las cosas como son, hay que reconocerle el mérito (y las ventajas que genera disponer de Otamendi) de haber conseguido que el grupo defendiera con eficacia. De Neville mejor no hablar porque no es respetuoso con el lector considerarle un entrenador como tal.

Tiene un mérito innegable que, tras la desaparición casi completa del pasillo de seguridad del Valencia contemporáneo (Alves-Mustafi-Javi Fuego-Parejo-André-Alcácer), el aspecto creativo no se resienta. Más bien todo lo contrario. El volumen de ocasiones llegando por fuera -buen arranque de Gayà-, combinando en corto por dentro con jugadas de 2-3 toques e incluso explotando la pelota parada, evidencian que el trabajo de pretemporada ha establecido unas bases de funcionamiento correctas. Lástima que los horrores defensivos contra la UD Las Palmas y la falta de eficacia del sábado no hayan hecho más que alimentar el pesimismo del entorno. Una inercia negativa, eso sí, motivada por cuestiones que poco o nada tienen que ver con el verde. Es innegable que los seis puntos perdidos ya no volverán y que muy posiblemente los echemos en falta cuando llegue la primavera y el equipo esté metido de lleno en la pelea por conseguir algo más estimulante que escapar de la quema. Pero sería injusto obviar que el Valencia está en el camino adecuado para ganar partidos. Que es de lo que se trata.

La propiedad y su particularísimo modo de concebir los proyectos deportivos merecen un análisis al margen. Que, para ser justo al cien por cien, no debe realizarse antes del próximo día 1 de septiembre. Teniendo a Jorge Mendes en el puente de mando, todo es posible. Para bien y para mal. En cualquier caso y, como norma general de funcionamiento, no es recomendable aparcar fichajes estructurales hasta las últimas 72 horas del mercado. Hipoteca el armazón del equipo, desata el nerviosismo y la sensación de provisionalidad dentro de la plantilla y, lo que es peor, condena al grupo a iniciar la temporada sin el nivel mínimo de solidez requerido. Además, evidentemente, de encarecer incorporaciones que deberían estar cerradas desde las primeras semanas de julio. Conviene recordar -siendo Garay un excelente central- que la primera opción (siempre que Jesús Vicente García Pitarch no haya faltado a la verdad) era Raúl Albiol. Si toda Valencia sabía que la prioridad era reforzar los centrales, ¿qué sentido tiene esperar a los últimos tres días de mercado para firmar dos jugadores de nivel? ¿qué hubiera pasado si Arsene Wenger no tira la casa por la venta para hacerse con Mustafi? Las respuestas a ambas preguntas retratan la gestión de Peter Lim y sus corifeos.

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