La ausencia de un delantero centro clásico no ha resultado ningún trauma históricamente para el Valencia. Sin ir más lejos, la mitad de las ligas conquistadas por el Valencia (años 1971, 2002 y 2004) se rubricaron sin la necesidad de recurrir con frecuencia a un «nueve». La contribución de centrocampistas con llegada y con la base de una sólida resistencia defensiva fueron también claves en la consecución de aquellos hitos.

El Valencia no está en disposición de reeditar esos éxitos, pero el planteamiento táctico puede recordar al de aquellos equipos legendarios. En la campaña 1970-71, un mito futbolístico y técnico novel como Alfredo Di Stefano anticipó la creación del «falso 9» que tanto popularizó Vicente del Bosque en el inicio de los éxitos recientes de la selección.

Con un centro del campo comandado por Pepe Claramunt, el Valencia negaba a los defensas contrarios una marca fija con Valdez, Sergio, Forment y Claramunt II en línea de ataque: «No eran nueves posicionales. Eran delanteros pequeños, hábiles, rápidos, mareaban la marca. Si lograbas marcar era imposible perder», aseguró el pasado mes de abril a Levante-EMV Jesús Martínez, uno de los defensas de aquel Valencia. El equipo blanco no pecaba de gula goleadora pero avanzó firme por la solvencia de su zaga: solo encajó 19 goles en 30 partidos y hasta un total de nueve victorias se sellaron con un ajustado 1-0.

La seguridad de la zaga y la optimización de recursos en ataque eran virtudes compartidas en el Valencia campeón de los torneos de 2002 y 2004. En el primero de los «alirones» de Rafa Benítez, el Valencia, reestructurado a fondo tras perder la final de la Champions en Milán, no entraba entre los favoritos. El equipo contaba con delanteros rematadores como Salva Ballesta y John Carew, pero la mayor relevancia recayó en atacantes con movilidad como Juan Sánchez, Angulo y Mista, y sobre todo en el empuje desde la frontal de Rubén Baraja y Pablo Aimar, resguardados por una defensa granítica. El Valencia fue campeón marcando solo 51 goles.

Una mayor exuberancia defensiva había en el equipo campeón del doblete (Liga y UEFA) de 2004. Mista se destapó como goleador, sin ser un «nueve» nato, con 24 goles. La participación de centrocampistas con llegada y la de los extremos acabaría siendo decisiva. Vicente Rodríguez destacó como el elemento diferencial de un bloque sin fisuras.