La reflexión de Gary Neville sobre la posibilidad de que no vuelva a entrenar a ningún equipo después de la traumática experiencia sufrida en el Valencia pone el foco sobre una realidad: el banquillo de Mestalla se ha convertido en un empleo de alto riesgo. Desde la cima histórica de la consecución del «doblete» de 2004, los proyectos del Valencia se han movido en el alambre. En los últimos 12 años han desfilado 14 entrenadores distintos.

El Valencia de Pako Ayestarán lleva camino de repetir una tendencia en la que el club está reincidiendo en los últimos años. Un arranque en falso en el campeonato que obliga a rectificar de rumbo y que hipoteca el resto de la temporada. El inicio de esta campaña recuerda al ritmo vacilante con el que empezaron otros proyectos, como los de Mauricio Pellegrino, Miroslav Djukic o la rapidez con la que se consumió la segunda campaña de Nuno Espirito Santo. Las etapas de los técnicos cada vez duran menos en una inestabilidad que tiene su origen en el adiós de Rafa Benítez en 2004.

Hay dos tiempos diferenciados en la evolución de los técnicos que han pisado Mestalla. Por un lado se ha demostrado que el eco de la era dorada (1999-2004) fue especialmente intransigente con Quique Sánchez Flores y Unai Emery, cuyas gestiones fueron duramente fiscalizadas a pesar del cumplimiento de objetivos. Unos retos que por entonces se sabían mínimos pero que hoy saciarían el apetito competitivo del club, como la plaza en la Liga de Campeones. Quique levantó el proyecto tumbado por Claudio Ranieri el año anterior y el Valencia entró en Champions en las campañas 2005/06 y 2006/07, y fue cuartofinalista tanto en Copa como en la máxima competición continental. No obstante, el fútbol de aquel equipo era criticado por un sector de la grada al entender que era demasiado reservón. El técnico madrileño inició su tercera campaña muy discutido y fue despedido por Juan Soler en noviembre de 2007 con el Valencia en cuarta posición a cuatro puntos del líder. Unai Emery, por otra parte, no fue despedido y firmó una longevidad inusual en el club „cuatro temporadas„. En tres de las cuales, el actual técnico del PSG firmó tres terceras posiciones consecutivas en plena venta de las estrellas. La principal acusación a Emery se cimentó en las remontadas en contra, la escasa competitividad en los duelos directos con Barcelona y Madrid y el distanciamiento de finales y títulos.

En el otro lado de la balanza queda el elevado número de proyectos efímeros. Un total de ocho entrenadores, desde 2004 (sin contar con los interinos Voro, Oscar Fernández o Nico Estévez) no han llegado a sumar una temporada entera en el cargo. Solo en un caso, el de Ernesto Valverde, que firmó un gran final en la 2012-13, fue el técnico quien declinó la oferta de renovación. El resto fueron pasados a cuchillo con despidos, muchas veces millonarios al tener más de un año de contrato restante: Claudio Ranieri (2004), Antonio López (2005), Ronald Koeman (2008), Mauricio Pellegrino (2012), Miroslav Djukic (2013), Juan Antonio Pizzi (2014) y Gary Neville (2015).

El destino, mutado en la mayor paciencia de otros clubes y federaciones sin un entorno tan volcánico, ha querido que en la mayoría de los técnicos que no se exhibieron en Mestalla se hayan reivindicado en otros estadios. Claudio Ranieri conmovió al fútbol mundial llevando al Leicester a ganar la Premier; Juan Antonio Pizzi ha conquistado la Copa América al frente de la selección chilena; Quique Sánchez Flores ganó una Liga Europa y una Supercopa continental con el Atlético; Koeman ha rehabilitado su figura en el Southampton y Everton; Pellegrino ha sorprendido en su arranque con el recién ascendido Alavés, invicto en el Calderón y victorioso en el Camp Nou...

Un Mestalla más comprensivo

La decadencia del Valencia ha ido moderando, a su vez, el comportamiento de Mestalla. Así se ha visto con la actual crisis. El público comprende que la situación del equipo tiene un origen estructural, que se hunde en las raíces del proyecto, y que no tiene en Pako Ayestarán a su principal responsable. En las dos derrotas en casa, y ante rivales de menor entidad, la reacción del público ha sido paciente y tolerante, a la expectativa de cómo evolucionen los acontecimientos.