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Nos quedan dos meses de aguantarnos

La alegría

La alegría se propaga en el juego del Valencia con tanta velocidad que si se pierden dos partidos consecutivos más este equipo quedará encumbrado como uno de los más alegres de nuestra historia y merecerá el justo homenaje. Impacta el hedonismo sobrevenido que le ha entrado al VCF y esa persistencia en el júbilo. Ya puede estar todo el inicio de Liga palmando que el buen humor en los planteamientos ahí continúa como queriendo decir ´a mí, plin´. Cualquier día se despertarán con el aviso legal de que es necesario ganar partidos. Esa circunstancia, la de la victoria, es una levedad que a este grupo ni fu ni fa, ellos buscan una trascendencia superior. El elogio constante al partido desatado.

Oteando las jornadas del Valencia prevalece una sensación: el equipo y el rival no se entienden porque juegan a cosas distintas, lo cual lleva a una brusca colisión. Los oponentes casi siempre tienen la tentación de querer ganar mientras que el VCF anhela simplemente disfrutar jugando. Lenguajes opuestos.

El entrenador Pako debe ser el técnico refrenando por su carácter de revulsivo que menos revirtió el carácter de un equipo. Después de la experiencia con un comentarista de televisión al frente la virtud de la normalidad era aquello que mejor representaba Ayestarán. Y encima hablaba español. Qué más vas a pedir.

Sin embargo, ay, Pako termina pareciendo un simple estabilizador de una situación espeluznante: la pérdida completa del gen competitivo; el equipo que no jugaba a ganar. ¿A qué juegan, pues? A alegrar, juegan a alegrar. Lo que no sé es a quién. Pako en versión neoHiddink (qué más quisiéramos), contrasta con su «padre» en los banquillos.

En apariencia ha matado el legado de su maestro Benítez enganchándose a un juego anárquico. Una distancia de manual cuando uno quiere independizarse, ser valorado por sí mismo y no por aquel a quien acompañaba.

Ayestarán tiene un atenuante: recibió una defensa abierta en canal y con futbolistas defensivos muy limitados, los heredó y dispuso de ellos, y solo de ellos, durante todo el verano. Puede que la única alternativa fuera apostarlo todo al atrevimiento para compensar el grave retraso en la zaga.

Toda una ruleta rusa (cuánto daño hizo esa tarde en el Bernabéu€) que, por supuesto, sale mal. Sin orden defensivo -y más cuando tampoco dispones de atacantes de gran desequilibrio- no hay paraíso. O cambia o le cambian.

Pero Pako no es el responsable de un inicio calamitoso. Al menos no es el principal responsable. Los entrenadores poco experimentados me temo que en este proyecto solo son un placebo para disimular una patología peor.

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