«Gràcies, Voro; nuestro señor Lobo». El homenaje a «Pulp Fiction» de la grada de Mestalla expresaba a su vez el agradecimiento eterno de Mestalla con el técnico de L´Alcúdia, impecable tanto en su llegada, siempre respetuosa con el técnico al que sustituyó (Pako Ayestarán), como en su regreso a la normalidad del cargo de delegado del equipo.

«Espero no volver a aparecer por aquí, porque eso querrá decir que se están haciendo las cosas bien», dijo Voro. Y lo dijo con una naturalidad que arrancó poco después una ovación espontánea de los periodistas congregados ayer por la mañana en la sala de prensa de Mestalla. Al escuchar la ovación, el delegado-entrenador, de 53 años, que se ya se había marchado, regresó para corresponder a los aplausos con la palma de la mano derecha levantada.

En un mundo tan mercantilizado, con dinero repartido a espuertas entre algunos profesionales mediocres, Voro no ha pedido subida de sueldo ni ninguna prima especial por haberse hecho cargo del equipo en tres jornadas de Liga.

El equipo venía roto por una racha de cuatro derrotas consecutivas, y no cuatro derrotas cualquiera sino los cuatro primeros partidos de Liga, los que te ponen en la rampa de lanzamiento. Y sin haber jugado contra ninguno de los grandes (Las Palmas, Eibar, Betis y Athletic). El Valencia ha perdido nueve de los últimos 13 partidos en Mestalla, en una dinámica demoledora.

Voro hubo de recuperar al grupo anímica y futbolísticamente. Poco a poco, sin milagros, pero tirando de la sencillez y el sentido común. Y les fue devolviendo la confianza a los jugadores, para, con algo de fortuna, superar al Alavés y al Leganés. «El equipo está ahora preparado psicológicamente para la llegada del nuevo entrenador», expresó Voro. En efecto, el equipo, pese a la derrota de ayer, está mucho más entero que cuando él se hizo cargo del banquillo.

Todo eso lo ha valorado la grada, que llenó ayer el ambiente de mensajes de agradecimiento hacia él. Mestalla entendió que el Atlético era un rival de otra Liga y que Voro había hecho todo lo posible para plantarle cara. En su cuarto servicio como entrenador interino, Voro dejó el sello de un entrenador sólido, sin alharacas ni mensajes para galería. Lenguaje sencillo y humilde. Puro fútbol.