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Nos quedan dos meses de aguantarnos

La seducción

El Valencia, entre alguna que otra tara, le ha pasado estos años que se olvidó de seducir. En una era de hiper estimulación en la que los transatlánticos tienen sometido al mundo con infinidad de reclamos para seducirnos, el Valencia se quedó sin. Sus representantes públicos no han sido conscientes de la necesidad de seducción. Las cosas, claro, han empezado a cambiar y en dos años, dice Phil Neville, el club ganará la liga. Viniendo de él suena a amenaza. La maldición de Koeman ya ha caducado («El Valencia no ganará ningún título en los próximos cinco años», dijo en abril de 2011). Comienza la profecía Neville.

Falta de seducción. Pero? ¿quién había de hacerlo? Pasado el quinquenio tecnócrata, la distancia abismal de los Lim frente a la sociedad local (una vez bien batallada la fase de adquisición), su falta de pericia, de interés, dejó al VCF sin voz y mustio frente al entorno, justo en el momento en el que más necesitaba hablar fuerte y claro para poder reconquistar a una masa decreciente. ¿Quién seducía al prójimo?

Desde luego no los entrenadores previos, sin peso suficiente por mucho voluntarismo que le echaran y muchos sobres de azúcar que leyeran. Nuno quiso, durante algún trecho lo logró siendo el único representante público del Valencia en el mundo, pero cuando el viento le sopló fuerte puso el patinete en contradireccion.

Tampoco Suso, contratado para ser mejilla ante golpetazos, ha sabido amasar un discurso carismático. Oscuro y ladino, fenomenal fontanero vaticanista, incapaz de encarar sus contradicciones y de contagiar entusiasmo. Negarse a responder una pregunta lógica en rueda de prensa, además de negarle explicación a la clientela, es casi siempre una manera letal de dar una mala respuesta.

Y de repente, Prandelli. En unos días ha detectado bien la necesidad relacional del club. La faceta pública de la institución al lomo desde el principio. Ya que no lo hace nadie? Prandelli en estas jornadas ha vendido motos, ha calificado de glorioso y vibrante al entorno, se ha paseado por aquí, por allá. Tiene carisma, es seductor, cuenta bien los cuentos, es sólido. Eso sí, hay algo perverso en él: habla de fútbol, baja al lodo táctico, explica didáctico. Mala señal, qué se ha creído.

Es sencillo hacerlo ahora, evidente, con el terreno a sus pies virginal y propicio. Pero Prandelli, pudiendo optar por la contemplación y el resguardo, ha decidido comenzar a hacer otro Valencia también en las palabras. La seducción ayuda a ganar partidos. Que no lo confundan ni lo intoxiquen, que no se encastille. El Valencia necesita voz.

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