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Un minuto de gloria

Qué hermosura las imágenes navideñas de octubre con los humildes, equipos de regiones y pueblos, celebrando gozosos la caída, bombo mediante, de los poderosos del fútbol en el sorteo de Copa. Agraciados con Madrid y Barça de primer premio, habiendo evitado la indeseable pedrea. Qué entrañable los vestuarios henchidos de euforia a punto de descorchar. Qué monumental el gozo de las villas de España pudiendo recibir en sus entrañas a los señores Marshall de la liga. Qué reconfortante que el romanticismo rebase al fútbol moderno y devuelva la sencillez a las pantallas.

No. En realidad nada de eso. Disculpen el repentino carácter aguafiesta, la posible neura, la ocasional obsesión. Pero cada vez que veo, recreándose, las imágenes verbena después de los iniciales emparejamientos de Copa (solo faltan frikis disfrazados en el salón del sorteo) me da la impresión de que se trata de una anomalía, con el paso del tiempo consolidada con la categoría de tradición y folclore.

La celebración del minuto de gloria warholiano, Madrid y el Barça les ha tocado y saldrán en el telediario. Básicamente, celebran que están a punto de ser eliminados en Copa (salvo alineación de Cheryshev). No imagino a los clubes ingleses humildes haciendo festa grossa a esas alturas; quizá jugar las rondas a partido único incrementa la vis competitiva.

La celebración de que te ha tocado el rival peor viene a constatar que el deseo por avanzar en las competiciones se ha extirpado por un sentimiento ridículo, anteponiendo la aparición en la tele€ y el hinchazón puntual en tesorería. La capitalización extrema. Antes pasta que victoria. El Mirandés llegó en 2012 a semifinales cargándose al Villarreal, Racing y Espanyol. Poca cosa, deben pensar los festejantes, al lado de que te elimine a las primeras de cambio el Barça o el Madrid. Qué fracaso, imaginarán, terminar avanzando en la Copa cargándose al Almería, Leganés u Osasuna.

La tradición folclórica a estas alturas coperas tan sólo demuestra los niveles de distorsión del fútbol nacional. Comprendo el festejo bañado entre espumosos. Al fin y al cabo la tradición está siempre para arrastrarnos. Para una vez que van a salir en la tele, para una vez que van a hacer taquillazo. Pero no son los que festejan, es lo que el festejo esconde.

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