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El fin de los Cien días

El fin de los Cien días

Me imagino a la cúpula mayor del meritonismo dispuesta alrededor de una mesa, con un plano del Valencia desplegado, casi mesándose los cabellos: «¿qué ha podido ocurrir?, ¿qué?». Incapaces de descifrar cómo las grandes dosis de halago, las fidelidades inquebrantables, terminaron desintegrándose y convirtiéndose en abulia o, en el mejor de los casos, en una enmienda completa.

En la junta de accionistas, que es el escenario donde el valencianismo practica su parlamentarismo (la calle es Mestalla), la presidenta Layhoon pidió, como quien pide algo de caridad, el apoyo de la masa militante, un poquito de por favor. ¿Más apoyo? Lo tuvieron todo, a granel y sin matices gracias a la coyuntura, las promesas y a Salvo. Pero tampoco eso supieron mantener. ¿Más apoyo? Fue una muestra de impotencia. Nunca un gobernante valencianista tuvo un soporte social tan fervoroso. Y lo echó a perder. Abro paréntesis. Escuché esta semana a un periodista vigués referirse a Layhoon como la presidenta del Valencia e hija de Peter Lim. La proyección nacional del proyecto Meriton, su storytelling, sigue viento en popa. Cierro paréntesis.

La junta accionarial constató dos cosas. Los cien días de plácet a Lim, donde hay que dejar actuar para luego valorar, han acabado. Fruto de la generosidad y comprensión valencianista los cien días han durado (muchísimo) más, se han visto envueltos de condicionales y apelaciones al largo plazo, Pero hasta aquí.

Los cien días más extensos han demostrado la poca credibilidad de las promesas, la falta de un plan favorable para el Valencia. Los pensamientos más maléficos apuntarían que en este tiempo -parafraseando el titular político- Lim ha estado reforzándose a sí mismo. Tampoco lo creo; ha estado desperdiciando una gran ocasión. Fracasada la primera legislatura de los Lim, y conscientes de que excepto renuncia empezarán la segunda, la esperanza de un viraje en la gestión societaria es poco menos que un acto de fe.

La junta accionarial constató otra realidad. Lim y sus empleados sí se han adaptado a la realidad local. El problema es que se han adaptado demasiado. ¿Es que son peores que los anteriores? Desde luego que no. Las críticas de los accionistas terminaron siendo un calco de las que se vertían hace unos pocos años, estando otros en el estrado. Ventas de los mejores jugadores, incumplimiento de promesas, estadio varado, conflictos con las instituciones públicas? La misma música. Todo sonó demasiado al pasado, hasta el punto de que Miguel Zorío -desacreditado para la acción societaria después de blandir folios a la vera de Soriano- quiso sonar a oposición.

No todo está mal. El centenario del club, qué sorpresa, tendrá lugar en Mestalla. Ojalá se celebre también con un gobierno firme y serio, alejado de frivolidades y cuentos.

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