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Entrevista

Ángel Castellanos: "Entre Cruyff y Maradona, Kempes fue el mejor jugador del mundo"

«Puedo decir con orgullo que tuve el honor de no venirme nunca abajo por mucho que me silbaba Mestalla», afirma el exjugador del Valencia

Ángel Castellanos: "Entre Cruyff y Maradona, Kempes fue el mejor jugador del mundo"

¿Cómo ve el Valencia-Granada del domingo?

Los dos equipos están muy necesitados. Pero el fútbol es imprevisible. A mí me preguntan por la calle, «¿Castellanos por qué no ganamos?», «¿Cómo vamos a quedar hoy?», y, por mucho que hayas sido futbolista profesional, no lo sabes. Va a ser un partido interesante, por la necesidad de puntos.

¿Por qué no acaba de despegar el Valencia?

Acabará despegando. Contra el Barcelona hizo un gran partido y tuvo mala suerte. Son partidos que te motivas mucho, pero hay que acabar jugando contra todos los rivales. Sobre el papel debería ser más fácil, pero no hay que bajar la cabeza. Si en el fútbol bajas la cabeza, te la arrancan como los conejos. Siempre debe haber un par de jugadores que no permitan irse abajo a un equipo. Yo en mi época lo era. Jugadores que tiren del resto. Esos futbolistas no tienen precio.

¿Tiene el Valencia esa clase de jugadores en la actualidad?

Tiene plantilla para estar más arriba de lo que está. Lo que pasa es que en el fútbol actual me cuesta conocer a la mitad de jugadores. Te lo digo con claridad. Aquí en el Granada, la plantilla cambia con tanta asiduidad que no conozco ni a la cuarta parte de los que hay.

Antes, cuando se firmaba para un equipo era casi para toda la vida.

Yo estuve una década en Valencia. Ahora a la más mínima te venden. Los jugadores son interesantes, pero no llegan ni a adaptarse a la vida de la ciudad. No por ello la afición deja de ir a los estadios.

Otra diferencia. Ahora apenas hay jugadores con barba. En su época estaban usted, Sócrates, Gerets, San José...

Sí, pero yo no me dejé barba por capricho. Resulta que en un entrenamiento, en el partido de los jueves, antes de fichar por el Valencia, recibí una patada en la cara. Me pusieron trece puntos de sutura y me quedó una cicatriz fea. Me dejé barba para taparla y mi mujer, entonces mi novia, me dijo que estaba más guapo así. Y ya no me la he vuelto a afeitar desde entonces. Te hablo del año 75.

¿Cómo se gestó su fichaje por el Valencia?

Todo fue gracias a Pasieguito. Fue mi padre futbolístico. Lo tuve en el Sabadell, se fue al Granada y mandó que me fichasen. Y luego me llevó para el Valencia. Era de su entera confianza. Todo lo bueno que me ha pasado en el fútbol se lo debo a él. Con esa edad, veintipocos años, jugaba un partido y, al acabar, me entraban ganas de disputar otro. Me comía el mundo.

¿Cómo era ese Valencia de los Kempes, Diarte, Johny Rep...?

Yo fui el primer fichaje de Ramos Costa aquel verano, en 1976. Luego vino Diarte y Kempes ya para el Naranja. Mario notó el cambio de horarios, aquí hacía calor, allí frío... Tuvo fallos, perdió balones. Hubo gente que quería que se fuera. ¡Fíjate tú la injusticia! ¡Kempes!

Menos mal que se quedó...

A partir del primer partido de Liga, con dos goles al Celta, ya no pararía de marcar goles. Es una persona extraordinaria. Me atrevería a decir. Entre Cruyff veterano y Maradona muy joven, se podría decir que Kempes era el mejor del mundo en esos años. Era completísimo.

La cima de aquel equipo es la Recopa de 1980 ganada frente al Arsenal ¿Cómo lo recuerda?

Aún no me he recuperado del penalti que tuve que chutar en esa final. No era un lanzador habitual y así se lo dije a Di Stefano. «Calla, calla y lánzalo», me dijo. No quiso saber nada. Lancé y casualmente la metí.

¿Cómo lanzó el penalti, en un momentazo como ése y sin estar acostumbrado?

Le pegué fuerte. No me gustan los penaltis medio flojos. Tampoco los que se quedan cerca del balón y no cogen carrerilla. Es mejor tener metros para poder darle con todo.

El gran reproche de su generación fue no disputar el título de Liga. Equipo había.

La Liga era un misterio. En casa ganábamos con cierta facilidad. Pero luego íbamos a otros campos, más pequeños, a Burgos, y metíamos la pata. Creo que no llegamos a tener nunca mentalidad de campeones. Sí la tuvieron el Athletic y la Real Sociedad, que ganaron dos ligas cada uno.

¿A qué se debe la decadencia que acaba en el descenso del 86?

Fue un palo increíble. Para un equipo de la categoría del Valencia fue algo que jamás se debió permitir. Se fueron grandes jugadores, entraron chavales muy buenos pero sin experiencia, tuvimos mala suerte. Fue una época de cambios y fuimos a menos. Los más veteranos no supimos estar a la altura.

¿Por qué la grada de Mestalla le tenía tanta manía?

Puedo decir con todo el orgullo que tuve el honor de no venirme nunca abajo por mucho que me chillaban. Nunca. A veces me entraron ganas de girarme y decir: ¿por qué me silbáis tanto? Si perdía un balón por un mal pase de un compañero la culpa era mía. En el campo me acordaba de mucha gente, pero iba a lo que iba. Y fui titular con todos los entrenadores y apreciado por mis compañeros. Y también en el fondo por la afición. Fui al último Naranja y la gente me recuerda con cariño. Mi estilo no era tan vistoso. Era de los que le decía a Carrete «sube tú, que ya me quedo yo defendiendo». Es más bonito el gol o el «uy!», pero todo eso no se valora. Me da igual.

¿Recuerda algún futbolista rival al que más le costara marcar?

Maradona. Santillana también era muy complicado de cubrir. Jugamos contra la selección argentina juvenil campeona del mundo y los cambios de ritmo de Maradona eran imprevisibles. Como los de Cruyff. Te encaraban y lo único que podías hacer era ponerte frente a ellos. Pasieguito me decía que yo era listo y pícaro para pararles.

Marcó también sus goles.

Tuve la fortuna de marcar varios goles desde fuera del área. Y varios con la zurda. Uno contra el Madrid, sacó Saura de córner y me quedó desde fuera del área y la metí junto al poste. En Sarrià contra el Espanyol anoté otro de zurda. Una vez ganamos 7-3 al Rayo y metí otro de zurda. Otro igual al Castellón. En Bilbao otro con la izquierda a Zubizarreta. ¡Y no era mi pierna!

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