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Es un juego

Hay que recordar de vez en cuando las evidencias _el fútbol es un juego_ ante los excesos verbales en los medios de comunicación para describir la crisis del Valencia CF: un periodista lo tachó ayer tres veces de «tragedia» y otro habló de una «catástrofe». Y hay que recordarlo cuando los propios protagonistas, los jugadores del Valencia, lo pierden de vista y cada partido, sobre todo en Mestalla, se convierte en una tortura.

El propio Prandelli, tras el encuentro empatado con el Málaga, se dio de bruces con las consecuencias de obviar lo esencial. «Nos hemos olvidado de jugar pensando en el resultado». Sin pretenderlo, el entrenador italiano había enviado un mensaje deprimente a sus futbolistas. Les vino a decir: «Puesto que no sabéis jugar, limitémonos a sobrevivir». De ahí la defensa de cinco y la sustitución de Parejo por Fede Cartabia.

El esquema de tres centrales se pervierte cuando tus dos laterales no pasan del medio del campo. Sucedió el domingo con Cancelo y Siqueira. El portugués es un excelente atacante y un pésimo defensor, por lo que conviene alejarlo del área propia y acercarlo a la contraria. Y en cuanto al brasileño, mermado físicamente, apenas tiene presencia en el campo, dándole protagonismo ante el Málaga a Abdennour, que ejerció de central y de lateral.

Prandelli ya lleva dos meses en Valencia (ocho partidos, dos victorias, tres empates y tres derrotas), pero sigue sin conocer al detalle a sus futbolistas. Pretender jugar al pelotazo con Munir, como en la segunda parte, es un sinsentido (Ranieri lo logró en su día gracias a un tipo tan veloz y potente como Claudio López, que además tenía gol). Y no hay nadie en la plantilla que se asemeje al Piojo.

El plantel actual presenta muchas deficiencias debido a que el propietario, Peter Lim, ha subyugado la planificación deportiva a la económica desde el primer momento, sin darse cuenta de que la segunda es resultado directo de la primera. Sin la aportación del dinero de la Champions la próxima campaña, el futuro económico del club se oscurece cuando, a partir de junio de 2018, el Valencia CF deba empezar a devolver el préstamo de 220 millones de Bankia.

Y sin acabar el nuevo estadio, las fuentes de ingresos están condenadas a reducirse drásticamente. A eso se añade la negativa del dueño a fichar en el mercado de invierno después de los 200 millones gastados hasta la fecha en jugadores intrascendentes. Y de los más de 130 ingresados en ventas el pasado verano.

La clase media de la Liga ha evolucionado a pasos de gigante: el Málaga ha cocido a fuego lento a Ontiveros y Fornals, los mejores el domingo en Mestalla, mientras el Valencia no le da valor a su cantera (ningún jugador formado en Paterna salió en la alineación contra el conjunto de Juande Ramos).

El gesto ayer de la presidenta, Layhoon Chan, dándoles la mano uno a uno a los jugadores en Paterna, confirma la teoría del palo y la zanahoria. Fracasada la crítica de la semana pasada, llega la caricia. No hay más remedio. Para rendir, el futbolista necesita sentirse querido por su entorno. Y recordar que esto, en efecto, es un juego.

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