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Opinión

La palabra de Lim es papel mojado

La palabra de Lim es papel mojado

La palabra de Lim es papel mojado. Le han bastado dos meses a Cesare Prandelli para descubrirlo. Y un viaje larguísimo a Singapur para obtener una promesa incumplida. Como casi todas las de Peter Lim. La conclusión del estadio nuevo para el Centenario (2019). El fin de la venta de las estrellas. La instauración de una cultura de club. Una mentira tras otra.

El detonante de la marcha de Prandelli ha sido su petición de cinco jugadores mayores de 26 años.

La negativa del dueño viene de su idea originaria: la compra-venta de jugadores jóvenes, ese mercadeo de futbolistas que parece la única razón de ser de Lim en Mestalla. Si no es eso, nadie en el mundo del fútbol entiende a qué vino el magnate singapurés hace apenas dos años a Valencia, avalado, misteriosamente, por reputados valencianistas como Amadeo Salvo y Aurelio Martínez.

El colmo de esa política ruinosa de fichajes ha sido el pago por parte del Valencia de 33 millones por los centrales Abdennour y Aderlan Santos, procedentes del Mónaco y el Braga, respectivamente, dos clubes investigados por ventas irregulares en Football Leaks.

Desde los tiempos de Jesús Gil no se vivía un club tan sometido a los caprichos de su dueño. Lo peor para el Valencia es que Lim crea saber de fútbol. Eso y que nadie tenga la autoridad para hacerle entender su desconocimiento. Cinco entrenadores y docenas de jugadores que vienen y se van, la cultura del desarraigo.

Decisiones autoritarias como la destitución injustificada de Pizzi, nada más llegar, avanzaban por dónde iba a ir los tiros.

Prandelli ha demostrado muy poco en sus tres meses de trabajo. El equipo ha involucionado (aunque pareciera imposible). Lo peor, aparte de una sola victoria de ocho en Liga, fue culpar en público a los jugadores de la deriva del club, según los criterios de la empresa, en una actuación demagógica y contraproducente. Lo que no se esperaba es que la propiedad lo hubiera utilizado para dejarlo tirado más tarde.

Mestalla ya no cree en Peter Lim y el dueño, que lo sabe, coloca ahora de parachoques a Voro, la única figura de consenso en el valencianismo, la única verdad entre tanto artificio.

El delegado-entrenador conoce los resortes psicológicos del equipo para salvarlo. Es listo y sabrá cómo salir también de esta. Recibirá, además, el apoyo de todos. Pero la grada está cansada de tan poca seriedad, de tan poca palabra, del papel mojado.

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