­El Celta de Vigo tardó 18 minutos en sentenciar la eliminatoria de Copa y en dinamitar el escaso crédito social que le restaba al proyecto de Peter Lim. Con 0-3 y un partido convertido en un rondo tortuoso, la afición del Valencia estalló con dos gritos que contagiaron a todo el estadio: «¡Peter vete ya!» y «¡Suso, canalla, fuera de Mestalla!». El empresario singapurés se ha quedado sin ningún escudo, sin defensa alguna, tras un partido que fue toda una metáfora de la imparable caída institucional de la entidad en los dos últimos años. Quedaban 72 minutos por delante sin aparente emoción, con una absoluta desconexión emocional que dice mucho del estado de resignación de una masa social que ya parece derrotada de antemano, por más que quede medio campeonato en el horizonte.

Pañolada y cánticos

La plácida exhibición del Celta era la gota final de un caldo de cultivo tenso en las horas previas. Un millar de aficionados se concentró frente a la tribuna de Mestalla para protestar contra la gestión de Meriton con una pancarta con el contundente mensaje de «Lim go home». Los seguidores, en su mayor parte miembros de la Curva Nord y de los Yomus, entonaron cánticos contra Lim, García Pitarch (que también tuvo pancarta propia) y Layhoon, a quién se le dedicó el grito de «Cuéntame un cuento, Layhoon cuéntame un cuento». A pesar de la lacerante crisis de resultados, el ánimo de la hinchada era comprensivo. De hecho, se agotaron todas las entradas disponibles en taquilla, lo que provocó más colas de las habituales para pasar los tornos de entrada al recinto. Muchos de esos seguidores, público no habitual, entró ya con el partido encarrilado tras la concatenación increíble de desgracias que se cebaron, especialmente, en el debutante Javi Jiménez, desconsolado tras un inocente penalti y un tanto en propia puerta.

Desde la banda Voro trataba de animar con palmas a los jugadores. Poco más podía hacer el técnico que apelar a la solidaridad de un vestuario falto de nivel, es evidente, pero también desquiciado por los nervios y muy expuesto como imagen de un proyecto que sangra por sus deficiencias estructurales. En el césped, los jugadores trataban de recortar distancias en el marcador con intentos individuales, encabezados por los disparos de Parejo, abroncado cuando sonó su nombre en megafonía pero de lo poco potable en el partido. En la segunda mitad Voro se aferró al efecto refrescante de Carlos Soler, que a sus 20 años recién cumplidos no le asusta agarrar las riendas de un equipo desnortado.

El gol de penalti de Parejo, junto a las muestras de brío que siguieron, hizo renacer el ambiente por momentos, hasta que Guidetti recordó cuál es el destino marcado de este equipo: Pañolada y cánticos en dirección a Singapur. Las protestas siguieron con otra concentración, más numerosa y ruidosa, tras acabar el partido, con gritos como «Lim estafador».