La normalidad de Voro, su sentido común, le devolvieron ayer la serenidad al Valencia, tan desquiciado en las últimas semanas. Decisiones sencillas, sin darse importancia en nada, han servido para recordar a los jugadores quiénes son y cómo llegaron hasta aquí. La titularidad de Carlos Soler, por ejemplo, algo tan evidente, ha reactivado un medio del campo necesitado del aplomo y la energía del canterano. A su lado, Enzo y Parejo parecen mejores.

La confianza devuelta a Gayà, muy firme ayer, es una de las migas dejadas por Voro en el camino de la recuperación. Otra es el protagonismo de Santi Mina, futbolista de equipo por excelencia, todo corazón. Y la apuesta redoblada por Parejo con aquella frase: «Yo, si jugara en contra, preferiría que no estuviera Parejo». El de Coslada volvió a ser decisivo: partícipe en la acción del primer gol (su apertura a Nani antes de que el portugués cediera al centro a Montoya) y en el segundo (el lanzamiento de falta repelido por Diego López y cabeceado a gol de Santi Mina). Todos, en definitiva, volvieron a sentirse futbolistas ante un Espanyol superado de principio a fin. Por supuesto que no va a ser un camino de rosas, sino lleno de espinas hasta el final, pero, en apenas un par de semanas, Voro ha retratado a Prandelli: el vestuario se sintió una ruina deportiva bajo su mando.

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Dado el contexto de crispación y caos en torno al club, la tranquilidad con la que actuó el Valencia en la primera parte resultó ejemplar. El primer tanto fue una pequeña obra maestra. Una jugada elaborada hasta el infinito y rematada desde la boca de gol por el lateral derecho Martín Montoya. La inició Nani, el jugador más sobrado ayer en Mestalla, cuando recuperó una pelota en la zona de lateral izquierdo. Filtró un pase al centro a Soler, que arrancó en busca de un apoyo para desarrollar el ataque. Una cadenas de pases con la cadencia justa hasta que Nani cedió el balón al área pequeña donde llegaba Montoya.

Por fin un Valencia sólido y solidario, atento a las ayudas. Si llegaban dos atacantes por un lateral, allí acudían dos defensores. La presión al contrario y el trabajo sin balón fueron innegociables. Todos participaron de ellas. El Espanyol solo creó dos ocasiones en todo el encuentro. La presencia de Garay sirvió para que encajaran todas las piezas. Central de personalidad y oficio, marcó la pauta a fin de que Aderlan Santos supiera quién era el jefe.

Exhibición de Nani

Los jugadores rindieron todos a su mejor nivel y, por encima de todos, Nani y Carlos Soler. El internacional portugués va a ser clave para que el Valencia huya de la quema del descenso en la segunda vuelta. Le sobra calidad y templanza en fases atacantes. Lo del joven mediocampista valenciano de 2o años es mucho más inesperado. Su irrupción, por supuesto como consecuencia de la crisis, es la mejor noticia para el Valencia en los últimos meses. Centrocampista serio, con variedad de recursos técnicos y físicos, y, sobre todo, repleto de ganas y energía. Una bendición para Voro.

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El Valencia completó la mejor media parte de la temporada. El equipo jugó con armonía en todas sus líneas, tanto con el balón como sin él. Apuntalado en el eje central por Garay, el triángulo en el medio campo formado por Enzo, Parejo y Carlos Soler pudo armar los ataques y las defensas. La ofensiva se concentró sobre el flanco izquierdo. Por ahí sorprendían un Gayà incisivo y un desbordante Nani, con la permanente asistencia de Parejo. En el otro extremo, Montoya y Munir se ofrecían siempre como alternativa. Sacrificado en la alineación Mario Suárez, Carlos Soler se ha convertido en capitán general. Juega con soltura, personalidad y madurez. Lo extraño es que no lo hubieran visto antes.

Cambios sensatos

Reventado Munir tras un gran esfuerzo del atacante hispano-marroquí, Voro lo sustituyó por Cancelo. Y renqueante Aderlán Santos en los últimos minutos, entró Mario Suárez, pero no de central sino de mediocentro. Todo cambios sensatos.

Lo de Nani fue una exhibición todo el partido. El control de los tiempos y de los espacios, superior a todos los rivales. Los nervios fueron traduciéndose en tarjetas amarillas a los locales: Parejo, Gayà y Carlos Soler. Y los cargaron algunas decisiones arbitrales irritantes, sobre todo una llave de kárate de Duarte a Santi Mina dentro del área que no vio el linier pese a su posición privilegiada.

El Valencia siguió mandando y de una falta lateral iba a sustanciarse esa ventaja. La lanzó muy enroscada Parejo, al primer palo, y Diego López la salvó a duras penas. Mestalla reclamaba gol mientras Santi Mina, muy oportunista, sentenciaba de cabezazo picado.

La maldición volvió a asomar cuando David López recortó distancias tras una estirada insuficiente de Alves, pero esta vez no, el equipo estaba unido, concentrado, y no iba a permitir una nueva desgracia en el descuento. Era tiempo de dar a la gente por fin una alegría. Voro sabe lo que es este club y lo que necesita: confianza y tranquilidad.