­El Villarreal es un reloj suizo. El Valencia un relato atormentado. Cierto. Al Villarreal, la armonía le garantiza equilibrio y orden, fiabilidad, la certeza de que los objetivos se cumplirán. Al Valencia luchar por la supervivencia le obliga a correr por instinto y desesperación, a respirar espasmódicamente, a no saber lo que le deparará el futuro porque no sabe muy bien cuál es su presente. El Villarreal la toca de memoria. En el Valencia Munir intenta una ruleta en la medular, en vez del pase fácil. Al Villarreal no le marcaban goles. El Valencia los encajaba desde un 20 de abril tan nostálgico como la canción de los Celtas Cortos. El Villarreal domina y se desplega con elasticidad, danza en tres cuartos buscando ese hueco que siempre acaba por llegar, y el Valencia fía su suerte a la imprevisibilidad de zarpazos tabernarios.

Todo lo expuesto es más o menos cierto. Pero nunca den por vencido a un superviviente. Cuidado con los supervivientes.

Porque de la nada puede salir el pase picado de un Nani que ha perdido la explosividad de los días felices en Old Trafford, pero conserva toda la calidad. Y la frescura de un Carlos Soler que ha roto todos los presagios pesimistas hasta conmover al valencianismo y dejar en mal lugar a entrenadores, despedidos y dimitidos, que pecaron de conservadurismo vital. El superviviente teme por todo, pero el agonismo le lleva a luchar por el más mínimo resquicio de esperanza, a presionar, como hizo Santi Mina, por balones imposibles que acaban por convertirse en gol. Los dos tantos de la primera parte voltearon todos los guiones pensados. En el segundo acto el Valencia maniobró con destreza y largas posesiones, empezó a tocarla en rondito hasta desesperar a un Madrigal incrédulo. Soler perdonó por dos veces el tercero. A los visitantes no les pesaba por primera vez en meses un escudo que siempre fue grande, y los locales se aferraron a la heroica, demostraron que además de método y eficiencia son también músculo y orgullo. El Villarreal, cocinado a fuego lento, sabe que un tropiezo como el de anoche es un episodio aislado, que el fútbol le premiará su plan paciente. El Valencia sigue en peligro y con todo por hacer, pero su golpe en la mesa es la primera señal de su regreso.