Me envía un mensaje un amigo y no puedo dejar de emocionarme: «Soler és el nou Claramunt». Son palabras mayores. El de Puçol fue un mediocentro colosal que hoy valdría un potosí. El canterano emergido estas semanas, de apenas 20 años, lo ha hecho como los grandes, siendo el mejor cada jornada y catapultando al equipo hacia arriba. Mérito de Voro, por supuesto. El trabajo del técnico de L´Alcúdia, en un par de semanas, está siendo asombroso, recuperando la autoestima y el fútbol de un grupo hundido por su predecesor. El resultado son dos victorias consecutivas, un juego notable y una fuga de las miserias del descenso. El triunfo de anoche en el Estadio de la Cerámico tuvo fases brillantes y otras de sufrimiento ante un Villarreal que se ha quedado sin dinamita.

El Valencia había perdido el control en la medular, engullido por la maestría de Bruno, cuando el balón le cayó a Nani en el callejón del 10. El portugués retó primero a Jonathan dos Santos, regateado con suma facilidad, y después a Mario, salvado con un centro inesperado, rápido y con el exterior del pie derecho.

Una delicatesen, tras dos bicicletas, para la llegada de Carlos Soler,lanzado al remate de primeras con la zurda. Dos futbolistas en estado de gracia. El extremo luso es uno de los más desbordantes del campeonato. Puede salir por cualquier lado en el regate. Puede centrar de cualquier manera. Nani, al fin y al cabo, viene con su currículo: fue estrella en el Manchester United y campeón de Europa con Portugal. Lo impresionante es Carlos Soler, figura anunciada por todos, pero solo confirmada por Voro. Juega con una personalidad y unos recursos impropios de un debutante. Lo tiene todo para triunfar como centrocampista: visión de juego, pase, cambio de ritmo y ambición para el gol. Precisamente Voro lo celebró como una frialdad: sin mover un músculo de la cara.

El tanto cambió la dinámica del choque. El Villarreal, superior en la primera media hora, empezó a dudar. Eso lo olió Santi Mina al ir a presionar a Asenjo cuando el portero recibió un pase atrás de Víctor Ruiz. Al meta se le liaron los pies con el balón y Mina sacó provecho a su corazón. No es el más estético de los delanteros, sus controles se cuentan por defectuosos, pero no le falta gol ni voluntad de hierro para insistir.

El Valencia comenzó a gustarse tras el descanso y Cancelo le tiró un caño a Jonathan dos Santos. Lo lo mejor no era eso, sino la rapidez con la que recuperaba el balón. Tres jugadores blanquinegros a por cada uno de los amarillos. Soler, Parejo y Enzo Pérez, sí, por ese orden, se apoderaron del partido, con la colaboración de Nani, con quien se para el tiempo: le da al balón una pausa anestesiante.

El público empezó a silbar a su equipo justo cuando la entrada de Samu Castillejo le dio aire al Villarreal, que movió con criterio la pelota, castigó a su rival y el Valencia dio síntomas de agotamiento. Carlos Soler, con molestias, pidió el cambio. Lo suplió Mario Suárez. Pato envió un tiro raso al poste y el Valencia, con la suerte de su lado, resistió. El protagonismo final iba a ser de los centrales, Garay y Mangala, impecables en el juego aéreo. Entró Zaza y participó en algunas contras (todavía es pronto para ver su aportación). Después de decenas de errores desde la dirección del club, solo una cosa más: el Valencia tiene una capacidad infinita para regenerarse y eso solo ha sido posible gracias a Voro.