Minuto 35 de la primera mitad en el Estadio de la Cerámica. El Valencia se adelanta contra el Villarreal y mientras todos los jugadores corren a abrazar a Carlos Soler, Voro González llama a Enzo Pérez, que detiene la carrera y acude al banquillo: «Ni una más, Enzo», parece decirle el técnico de L'Alcúdia. Hasta ese momento, el mediocentro argentino se había mostrado excesivamente acelerado en sus acciones, con entradas temerarias y la clásica tarjeta amarilla antes del descanso. A partir de ese instante, el capitán moderó el tono y subió su rendimiento, siendo una de las piezas claves en la férrea resistencia de los valencianistas en la segunda mitad.

Atento a los pequeños detalles, Voro ha reconstruido todos los puentes rotos en la convivencia interna del vestuario. Los futbolistas señalados en aquella arenga pública de Prandelli previa a Anoeta, han pasado a ser útiles, han encontrado comprensión. Desde esa rehabilitación se explica el repunte clasificatorio del Valencia, que con Voro al mando ha sumado el 72% de los puntos en juego, la media clásica de un equipo con mínimas aspiraciones continentales.

Enzo es uno de esos ejemplos de futbolista que se sienten de nuevo implicados y profesan un respeto casi reverencial al entrenador que les exige pero también les escucha. Así quedó plasmado con sus declaraciones posteriores al partido: mostrando el colmillo a Prandelli y regalando elogios a su actual entrenador: «A Voro su valencianismo se le nota en su mirada, y nos lo transmite».

En una situación de extrema necesidad, Voro no ha querido seguir avivando las llamas y ha entendido que para salir del bache necesita a un grupo unido y convencido, en el que nadie sobra. Otro de los futbolistas reintegrados para la causa es Dani Parejo. Al igual que Enzo fue colocado en el mercado por Prandelli, con la venia del club. Con el mediocentro de Coslada, Voro ha empleado el mismo procedimiento usado en la temporada 2012-13 por Ernesto Valverde. Entonces también repudiado, el actual preparador del Athletic lo atrajo a su vera, le persuadió, le hizo sentirse importante y acabó brillando. Con independencia de que en verano acabe reproduciéndose el revival de su posible marcha, Parejo está encontrando a su mejor nivel. Y el primer paso también lo dio Voro, cuando señaló que, de ser el entrenador rival, «no me gustaría que Parejo jugase contra mi equipo».

La juventud sí rinde

Otro de los mitos falsos del prandellismo ha caído con Voro: la falta de carácter y ambición de los futbolistas jóvenes: «Hace falta humildad. Humildad es correr por un compañero». Un mensaje con el que se arrinconaba a varios de los futbolistas jóvenes del plantel: Santi Mina fue a la grada varias veces, a Munir le costó entrar en un once del que Gayà cayó. Todos se sintieron acusados de forma injusta y todo contribuyó a elevar el bloqueo mental generalizado en un grupo que se olvidó de ganar. Prandelli apuntaló esa creencia pidiendo un lote de futbolistas veteranos para el mercado y tachando a Maksmovic. Renunciaba a la delicada misión de regenerar el grupo.

Los tres jugadores mencionados se han convertido en imprescindibles. Munir había mostrado gol, pero ahora también ha ganado en sacrificio táctico, hasta el punto de acabar exhausto en Vila-real de tanta presión. Otro tanto ha sucedido con Santi Mina. La jugada del segundo gol en el antiguo Madrigal ilustra su reencontrada fe. Son dos jornadas seguidas marcando. El caso de Gayà es el más sintomático de todos, por su calado simbólico. Afectado psicológicamente desde la pasada campaña, con la alarma de que acabase marchándose, vuelve a ser titular y a sentirse con confianza. Vuelve a ser un puntal.