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La gran sentada

La gran sentada

El ex entrenador del Valencia y el Betis, Luis Aragonés -un hombre viejo al que casi todos despreciaron hasta que su equipo empezó a ganar y hubo entonces que convertirlo en icono entrañable de la patria-, propuso en los peores tiempos de su España de fútbol la conveniencia de la gran sentada. El bigote de la gamba, el sexador de pollos, el culo de la pipera y la gran sentada. Sus cuatro grandes ejes para su proyecto político a cargo de la selección. Gozó de algunas portadas y de un buen puñado de tertulietas dándole vueltas al asunto. Aragonés, cuando tú has ido yo ya he vuelto, veía que en torno a ese equipo las facciones irreconciliables suponían un lastre imposible y terminaban siendo letalmente tóxicas.

El valencianismo ha caído en la tentación de pasar factura a los muertos que cada cual guarda en su armario. Un baile de cadáveres cruzados destinado a ver quien tiene la razón más grande. Resulta enternecedor. Y estéril. Un solo trailer de Amadeo Salvo -siempre innovador ha inaugurado un nuevo género: declarar para anunciar declaraciones- ha bastado para que se desentierre el latido Puerto Hurraco y vuelvan las dagas a volar.

Salvistas del primer día, salvistas meritonistas, salvistas antimeritonistas, meritonistas no salvistas, llorentistas antisalvistas, salvistas arrepentidos, meritonistas salvistas en penitencia... miles de intentos y piruetas para justificar posiciones que acabaron en naufragio. Ese juego tiene un riesgo capital: acabar despedazando el club. La familia cuyos ramales dejan de tratarse y van a muerte a por el reparto de la herencia. El valencianismo sigue a golpes por el reparto de sus miserias.

La sensación de que la sociedad valencianista está de frente contra Lim no deja de ser un espejismo. Lo están fundamentalmente unos centenares cuyos intereses personales chocan con Meriton. La mayoría -silenciosa más bien contemporiza y sigue bajo las coordenadas del proceso de venta, con una leve esperanza de que Meriton sea capaz de virar, o con el deseo ingenuo de que pueda ser Salvo quien resucite el destrozo, o tal vez y simplemente comparando con «lo de antes» para seguir defendiendo lo que no tiene ya ningún tipo de defensa. Por eso los rivales golean en Mestalla y nada ocurre y nada se espera.

Qué necesaria una gran sentada entre enemigos irreconciliables. Qué higiénico dejar de mirar el pedigrí de cada aficionado, como el sexador de pollo ojeando el género ideológico mientras que las manos de Pezzella ni se ven. De verdad es momento de dejar las chorraditas endogámicas a un lado y visibilizar una oposición común al gran destarifo.

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