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"No me digas, Maradona"

"No me digas, Maradona"

Cuenta el ahora comestarista Michael Robinson que, siendo jugador del Liverpool, se acercó tras un partido al árbitro a reprenderle por su mal arbitraje y este le respondió: «No me digas, Maradona».

La lección le sirvió al futbolista Robinson como debería servirnos a todos, los periodistas los primeros. Es una irresponsabilidad cómo han tratado algunos medios de comunicación la actuación del árbitro valenciano Mateu Lahoz en el Bernabéu en el Real Madrid-Betis(2-1) del pasado domingo. Una cosa es señalar la posible equivocación sobre una jugada y otra muy distinta vilipendiar la honradez de un deportista de tanto recorrido como él, poniéndolo en la diana de los radicales. Los periodistas deportivos se ponen de este modo en el plano de los forofos.

El arbitraje español, desde los últimos años del franquismo y los primeros de la transición, tuvo dos defectos endémicos: la actitud chulesca y dictatorial de muchos de los arbitrajes; y la tendencia de algunos de ellos a pitarlo todo, un concierto de silbato que no distinguía entre cuando un jugador se tiraba al suelo porque le hubieran hecho falta o porque fingía haberla recibido (eso interrumpía constantemente el discurrir del juego).

Mateu Lahoz ha tratado, con mayor o menos acierto, de huir de ambas tendencias. En primer lugar, trata de pitar poco para que el juego sea lo más fluido posible (esa manera de arbitrar corre el riesgo de comerse faltas claras que quedarían impunes). Y en segundo lugar, Mateu trata de explicar sus decisiones a los jugadores y a los técnicos.

El fútbol español siempre reclamó que los árbitros fueran dialogantes, pero ahora se le reprocha a Mateu que hable tanto con los futbolistas. Y el fútbol español siempre alabó el estilo del arbitraje inglés de dejar jugar, pero ahora le reprocha a Mateu que permita demasiado contacto.

Los árbitros son el eslabón mas débil del profesionalismo. A los futbolistas de élite se les permite casi todo. Y no toleran, como los del Valencia CF, las críticas internas del periodista que escribió una crónica en la web del club del partido del Calderón ante el Atlético. Pero los árbitros deben sufrir todos los insultos y no tienen derecho a equivocarse.

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