La familia Sivera ha ligado su destino a las redes. Tanto el joven guardameta valencianista, citado por primera vez para la sub´21, como su padre Antonio, pescador de toda la vida, natural de Dénia, han fiado su oficio a las mallas. Conocen su tacto, asumen que el sacrificio de faenar, tanto en el mar como en el césped, queda condicionado a azarosos intangibles.

Con 20 años, Sivera obtiene la primera gran recompensa a una callada dedicación. El caso del portero de Xàbia recuerda al de otro valencianista de la Marina, José Luis Gayà, cuya familia también cargó con la pesada rutina de cruzar cada día más de 200 kilómetros que, de ida y vuelta, separan por la AP7 València de Pedreguer.

Cuando en el verano de 2015 Xàbia se engalanó para homenajear a Sivera por la consecución del Europeo sub´19, las primeras palabras del cancerbero fueron dedicadas a glosar el esfuerzo de sus padres Antonio y Maite -que regenta una peluquería en el casco antiguo de Xàbia-, para acabar haciendo realidad su sueño de convertirse en jugador de fútbol. En su camino para llegar a la Rojita, y ser nombrado como mejor portero español sub´20 por el Fútbol Draft, también recibió clases extras para poder compaginar los deportes con la formación académica.

«Me quedé en blanco»

«Me quedé en blanco», reconocía ayer Sivera, todavía incrédulo por la confirmación de la convocatoria, en la radio oficial del Valencia. «Me llamó a las 9 de la noche el responsable de porteros de la selección. Me comunicó cómo estaba el tema y me dijo que debía ir convocado. Una noticia inesperada, pero muy, muy buena», añadía el futbolista. Sivera quiso agradecer la temporada realizada por el filial blanquinegro para poder ser llamado por Albert Celades. «Todo ayuda a que hayan contado conmigo. Gracias al equipo puedo estar hoy aquí». Sivera restó importancia a la consecuencia de su llamada en la sub´21, como es su baja en el duelo crucial del Mestalla ante el Barcelona B, de este fin de semana: «Ferri dará la cara porque es un gran portero».

De niño, Sivera solía dormir enfundándose los guantes de Pepe Reina. El calor de unas manoplas gigantes le llevaban a soñar con poder emular bajo palos, algún día, al ídolo que le motivó a querer ser portero. Como un guiño del destino, ha sido una lesión del guardameta madrileño del Nápoles la que ha premiado al meta valencianista.