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Peleas de nanos

Peleas de nanos

Oh diablos, el país ha descubierto que sus aficionados al fútbol base pueden tener ocasionales brotes de violencia y transformarse en energúmenos cuando sale la luz del sol y sus hijos se ponen a dar patadas a un balón. Hasta ahora había sido insuficiente prueba testimonial los constantes abusos a los árbitros, obligados a escapar por patas que ni Zozulya en Vallekas. Por supuesto son una excepción, algo minoritario, no hay que exagerar y blablabla.

España ha descubierto que los padres se pegan en una reinterpretación balompédica del «yo por mi hija, ma-to». Ha hecho falta un Puerto Hurraco a la balear subido al YouTube para exhibir el problema. No había bastante con las vejaciones entre jugadores infantiles y las algaradas chuscas entre aficionados sin que llegara la sangre al río.

Tipos normales que acaban incurriendo en peleas de nanos por un acto ultra de protección. Lo sencillo es echarle la culpa al fútbol, ya se sabe, tan aceitoso y primitivo. Cerrar la cuestión con que los futboleros son gente cerril sin dos dedos de frente. Pasar por alto los beneficios educativos de tantos campos matinales atestados de futuro. Por desgracia me temo que requiere más complejidad.

La resistencia a la frustración, el exceso de trascendencia? Empezar a tratar los juegos de niños como una proyección adulta (tan pequeños y tan miniyo de los futbolistas de la tele). Entender lo que sucede en esos campos como un acto de preparación para la gloria y por tanto como unos juegos del hambre en el que la competitividad ambiental es prioritaria, con padres intentando arreglar sus miserias tensionando al zagal. Aplicar las reglas del fútbol adulto a un fútbol embrionario diagnostican un exceso de tontería.

Luego está esa resistencia atroz a la frustración. La nula aceptación del no y del imprevisto. El hábito de ganar de cualquier manera. Puede que una de las mejores contribuciones del deporte sea enseñar a convivir con los sopapos, saber no ganar cuando has estado preparándote para ello. Preparar al niño ante la derrota quizá, solo quizá, sería más nutritivo que enfrentarla a base de guantazos.

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