Peter Lim fía la suerte de su proyecto en el Valencia a la pericia de Mateu Alemany. El dirigente mallorquín asume toda la capacidad ejecutiva para cambiar el signo caótico de la entidad de Mestalla. «Soy el primer ejecutivo del Valencia», proclamó Alemany, con rotundidad, jugando con los tiempos de una puesta en escena en la que la iniciativa fue siempre suya. Es la primera noticia que desprende la presentación de Alemany, que a corto plazo garantiza la recuperación de músculo institucional, para alivio de Layhoon Chan, Kim Huat Koh y Anil Murthy, desbordados por una situación descontrolada. El rictus de sus rostros, más relajado, delataba la descarga de tensión.

«Exigencia» fue la palabra más repetida por Alemany, hábil a la hora de no caer en la tentación de lanzar promesas o de realizar un diagnóstico apresurado de la situación del club. Su sedoso discurso, de digestión agradable, deja como lectura solapada que será implacable hasta en los «pequeños detalles» que «muchas veces marcan la diferencia entre los buenos y los malos proyectos». Sin una «varita mágica», Alemany aplicará desde el «consenso» pero de forma «ortodoxa» una receta basada en el «trabajo, orden, exigencia, disciplina, compromiso y pasión». Aquellos que no sigan esas directrices innegociables, «quien no reme en la misma dirección», avisó, «no estará en este proyecto». «Sería inaceptable que no estemos todos en la misma línea», añadió.

Cambio respecto a Layhoon

La entrada arrolladora de Alemany supone un cambio de guión en la gestión del club. Preguntada por el modelo de negocio del club, después de la última Junta de accionistas, Layhoon Chan aseguraba que una mejoría deportiva del equipo impulsaría una transformación, «una mayor fluidez», en el resto de estamentos. Alemany, por contra, no esperará a comprobar si la pelotita entra o no: «Lo deportivo funcionará si funcionan muchas otras cosas».

Los retos deportivos se fijarán con naturalidad por el propio peso del club: «Los objetivos deportivos los marca la historia y la afición». «Se juntará la exigencia de su historia y su afición con las mías. No pongo límites a los objetivos deportivos. Estamos obligados por razones externas e internas. Tengo un nivel de autoexigencia muy alto», señaló.

Con el club en plena decadencia, los niveles de exigencia los ha mantenido la masa social, que no se ha resignado a soportar la crisis y ha mostrado su enfado en numerosas ocasiones a lo largo de esta temporada. Alemany cree que las críticas de la grada son un combustible aprovechable para la propia institución: «Es bueno que la afición proteste, nos pone en alerta para mejorar el nivel exigencia».

Alemany se definió como un dirigente con alma de «aventurero» y no profundizó en los motivos por los que el Valencia quiso contactar con él, un modo hábil de esquivar si la negociación empezó por una sugerencia del propio presidente de la Liga, Javier Tebas. Después de varios cónclaves, de un par de reuniones con un Peter Lim al que vio «disgustado», pero «ilusionado» con remontar el vuelo y prolongar «a largo plazo» el proyecto, Alemany se vio con fuerzas para abandonar la dorada zona de confort de una exitosa trayectoria empresarial alejada del fútbol: «Tenía mi vida montada en Mallorca. Si abandonado todo, desmonto el chiringo y me vengo aquí es porque es un gran reto. Tengo mucha ilusión y mucha confianza en mí mismo», dijo.

La envergadura del complejo proyecto del Valencia no impone plazos a su permanencia en el club: «Mi contrato no tiene fecha», reveló Alemany. En ese sentido, sin entrar en detalles, el balear señaló que «se está trabajando para acelerar» los plazos de la reanudación de las obras del futuro estadio, que según anunció el propio Valencia no estará finalizado para el centenario que se celebrará en 2019.