«Te aviso que con Voro no puedo ser objetivo. Es un chaval que me entró por el ojito derecho hace 24 años. El abrazo más grande que daré el domingo será para él». La advertencia telefónica es de Juan Ángel Barros Botana, 64 años, histórico delegado del Deportivo, rival mañana domingo del Valencia en Mestalla, y una de las mejores amistades que el técnico blanquinegro mantiene en el mundo del fútbol.

Barros, llamado cariñosamente «Barritos» en Riazor, ya era delegado deportivista cuando, en el verano de 1993, Voro recaló, procedente del Valencia, en el club blanquiazul, el SuperDepor de Arsenio Iglesias. El paso de los años, la coincidencia posterior al desarrollar el mismo cometido a pie de campo en sus respectivos clubes, ha estrechado su relación.

De entre las facetas de Voro, Barros Botana destaca «la responsabilidad con la que se toma su trabajo». Como ejemplo de la «honestidad encomiable» revela su nombramiento como delegado del Valencia: «La primera vez que lo eligieron delegado, estuvimos hablando una hora y pico por teléfono. Quería saberlo todo, se lo tomaba muy a pecho. El trabajo de delegado tiene pocos secretos, pero tuvo la humildad de preguntar, de no creer que lo sabe todo. Es un síntoma de inteligencia».

Barros Botana, que durante años fue uno de los árbitros asistentes del colegiado García de Loza, destaca que una de las virtudes de Voro es la de no haber nunca cambiado sus principios, ni como jugador, ni delegado, ni ahora como entrenador: «Como míster se comporta como era como futbolista, con nobleza. Sin ser jamás brusco, ni problemático. Faltas las justas, hacía. Muy efectivo, consistente. Todos los entrenadores han contado con él. Es un chico metido en su profesión al 100%, con una educación exquisita. Lo que sigue siendo ahora. Voro no tiene defectos».

«Siempre apagando fuegos»

En pleno debate sobre el futuro del banquillo del Valencia, Barros Botana rompe una lanza en favor del técnico del Valencia, subrayando la «complejidad» que supone que Voro siempre haya tenido que actuar en momentos duros, nunca en circunstancias agradables: «La de entrenador es la labor más ingrata del fútbol. Lo suyo tiene un mérito enorme, porque siempre ha asistido al equipo de su tierra en las peores circunstancias. Siempre con el Valencia necesitado, siempre para apagar fuegos. Su forma de ser, la paz que transmite, ayuda mucho en esas situaciones. Una persona de diálogo, un buen hombre. Tranquiliza a todo el mundo. A los jugadores y a los aficionados. Le oyes hablar y le prestas atención, aprendes muchísimo. Es un espejo». El delegado deportivista deja entrever que, si Voro no acaba renovando por el Valencia, no le faltarán ofertas: «Podría entrenar a cualquier equipo del mundo. Sin lugar a dudas, cualquier club agradecería su talante».

El primer recuerdo que tiene Barros Botana de Voro se remonta a un almuerzo durante una edición del COTIF, unos años antes de que se concretase fichaje por el Deportivo. La amistad ha originado un sinfín de anécdotas. Barros retiene una especialmente, que a su juicio describe la «generosidad» de Voro: «Coincidió que su primera internacionalidad absoluta fue en el año 93, con Clemente, estando ya en el Deportivo. Al volver del Mundial me regaló un uniforme completo de la selección española. Camiseta, pantalón y medias. Fue un detalle».

Aquel Superdepor, que ganó la Copa de 1995 al Valencia, tenía un marcado carácter valenciano, recuerda Barros: «Tuve mucha afinidad con los valencianos. Nando y Claudio eran otros de mis chiquillos. Voro tenía costumbres tranquilas. Acudía a comer alguna vez por la playa. Siempre iba a la misma peluquería a cortarse el pelo, la Lourido, que sigue abierta».