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No me enseñes más postales

No me enseñes más postales

Qué semanas tan odiosas. Y no porque un ser fermentado en Twitter acabe de acusarme de llorentista por proferir un delicado cuestionamiento al meritonismo, que ni que estuviéramos todavía en 2015. No, no es por eso. Ni tampoco porque creía que ayer jugaba el Valencia pero al final no. Tampoco por eso. Si no porque son semanas de ebullición y recta final en la Champions. Otrora nuestra competición favorita, con esa luz poderosa de las 20.45 de la que cada año Vicent Chilet se acuerda persistente con el primer partido tras el cambio horario. Pero cada vez más la Champions me parece un baile de salón de la alta sociedad cuyos detalles nosotros los periféricos nos tenemos que envainar por vía intravenosa aunque nos sean ajenos.

Que si el sistema VAR, que si lo del atraco del Bayern al Madrid del que el conjunto merengue brioso y corajudo pudo sobreponerse, que si la crónica semanal de europeos por el mundo emborrachándose relaxing en Plaza Mayor, que si lo de las gestas del Atlético de Madrid presidido por un hombre legal que nada tiene que ver con Ignacio González, que si el fulgor del Mónaco al que hacer dos temporadas -¡dos!- el Valencia fulminaba Negredo mediante (la vida es extraña).

Y ante ello el valencianista común ahí, como a quien lo meten en mitad de una charla sobre una serie que no has visto jamás y sobre la que debe improvisar algún comentario («el final de la segunda temporada me ha descolocado»), como quien acompaña a una pareja amiga en su cortejo aferrándose a una vela ardiente. Era nuestro lugar natural y, con sopor, hemos dejado incluso de imaginarnos allí, admitiendo la lejanía.

No veo los partidos de Champions en abierto con curiosidad o afán de aprendizaje, sino con una envidia que me presiona amenazando asfixia. Un aporte técnico más de Iván Helguera (un hombre de equipo como demostró en toda su trayectoria) y me lo dejo.

No me enseñes más postales, Valencia. No me cuentes más milongas. Contratad a quien queráis como recambio de Draper para que nos hable de la expansión interespacial, cambiad de presidente cuantas veces haga falta, haced lo que queráis con lo del entrenador, que Mateu Alemany se siga anudando la corbata a su manera, qué más da. Pero enfocad al Valencia hacia la Champions.

Este club volcánico siempre ha sustentado su evolución en poner empeño en la superación de altos listones. Cualquier otro propósito medianero, contemporizador, contradice a los genes. Eso y que las terrazas de la plaza de la Reina quieren volver a llenarse de ingleses beodos.

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