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Basta ya de futbol choni

Basta ya de futbol choni

Qué contradicción la de los vestuarios de los equipos de fútbol y sus estremecedoras tendencias. Al contrario que en la NBA, competición de libertinaje y ultracapitalismo, al vestuario futbolístico se le guarda protección como a la sacristía donde se revisten los sacerdotes, no se deja entrar a la prensa y supuestamente está cerrado bajo llave ante las indiscreciones fisgonas. Supuestamente.

Desde que se ha impuesto el gusto por la foto bodegón, con plantillas medio desnudas fotografiándose ante el menor triunfo como si hubieran ganado una Champions (estoy acordándome de la foto de Llorente y Piatti celebrando en la intimidad un empate en el Bernabéu), cualquier día el palo selfie acaba siendo más propio de un vestuario que las espinilleras.

Tenía lógica la fotografía de Jaume Ortí en las duchas del vestuario del Pizjuán, con Sissoko echándole jabón. Era un acontecimiento histórico. No la tiene toda la retahíla de imágenes que partido tras partido inundan las redes de los futbolistas, muchas veces con mensajes crípticos como los de Alves y Enzo. Escaparate de vanidades.

Basta ya de la proliferación masiva de selfies de vestuario, casi de tan mal gusto como hacerse una foto junto a un enfermo en la cama del hospital. Ya que estoy -voy a coger carrerilla-, basta ya también de los discursitos grabados de los entrenadores antes de una ocasión capital.

Arengas a sus jugadores que no se sabe bien si son sinceras o puros ejercicios de marketing para usar a posteriori en las redes corporativas. Entrenadores y futbolistas que en pleno trance decisivo, antes de salir al campo, están más pendientes de ver cómo dan a cámara y que se les escuche bien para el videoclip. Qué fue del secreto de confesión. En qué momento episodios tan privados como la charla última del entrenador ante su grupo se convirtió en un prefabricado viral€

Más indignación. Basta ya de las celebraciones rítmicas entre futbolistas que reflejan largas sesiones de ensayo después de los entrenamientos preparando la coreografía. Aspirantes a ¡Mira quién baila!, despejad nuestros campos de vuestros bailecitos.

El ridículo campa tan suelto que incluso entre rivales se elaboran saludos complejos, como aquel intercambio de manos entre Neymar y Baptistao al estilo Toiss, que amenaza con contagiarse hasta la imitación entre las categorías inferiores.

Es fútbol choni. Un movimiento de mayorías que también, claro, toma cuerpo en las gradas con todos esos chifladores artificiales, mecanismos para crear ruidos sin que el aficionado tenga que hacer ningún esfuerzo con sus palmas ni sus cuerdas vocales.

O lo de los cánticos, con tonalidades idénticas sea cual sea la afición. La del Valencia, la del Madrid, la del Celta€ todas cantan lo mismo modificando tan solo pequeños códigos de la letra. Cualquier día se equivocan y animan al contrario.

Dónde quedó la autenticidad, dónde quedó la elegancia, dónde quedó la privacidad.

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