La derrota del Valencia contra el Villarreal ha sido un perfecto resumen de los males del Valencia. Todo el esfuerzo derrochado y los momentos de buen fútbol, que este equipo los tiene y esta tarde los ha demostrado en muchas fases del partido, se derrumban ante la inseguridad defensiva, el gran lastre sobre el que deberá actuar un especialista en armar bloques como Marcelino García Toral. Voro González no tuvo la despedida merecida acorde al servicio impagable que ha realizado al club, rescatándolo de las tinieblas. El Villarreal, equilibrado y eficaz, las virtudes olvidadas en la Avenida de Suecia, garantiza su participación en la Liga Europa.

Aderlán Santos, el jugador que complica el oficio más sencillo del fútbol, como es el de central, que despeja haciendo rabonas y chilenas, esta tarde condicionó desde el primer minuto el partido ante el Villarreal. El defensa brasileño despejó una pelota en el centro del área con un suave taconcito, regalando la ocasión inmejorable con la que Soldado, que huele la sangre como pocos, inauguró el marcador. Habían pasado 48 segundos y el ambiente emotivo de la ovación a Voro y el minuto de silencio por Jesús Barrachina se diluía.

Mestalla pasaba a silbar cada pelota tocada por Santos, el defensa de los 9'5 millones que trajo Jorge Mendes, que minutos después cometió un claro penalti al empujar a Soldado dentro del área. El colegiado Fernández Borbalán, quién sabe, mostró clemencia al ver el estado de pánico que se había apoderado del zaguero.

El tanto en contra no descompuso las ganas de fútbol que tenía el Valencia, motivado de espíritu y acertado con el balón. Incomprensiblemente el Valencia no se marchó al descanso con el marcador igualado o incluso por delante de su rival. Hasta diez saques de esquina acumularon los blanquinegros en el primer acto. El Villarreal tuvo que sacar a relucir toda su pericia defensiva, que es mucha, para contener las continuas llegadas al ataque del Valencia, especialmente armonioso por la banda izquierda.

Por ese flanco funcionó a la perfección la conexión entre Gayà y Nani. De sus paredes y pases al espacio nacieron las mejores oportunidades del Valencia. La primera de sus combinaciones acabó en un disparo franco de Parejo, solo en el punto de penalti. En la segunda fue Gayà quién disparó. En ambas ocasiones, Andrés Fernández desbarató el gol con grandes intervenciones.

Al Valencia, dirigido por un Soler pletórico, solo le faltaba templar las pulsaciones a la hora de rematar. Zaza no tuvo una referencia clara para definir y su voluntad incansable chocaba con una creciente ansiedad multiplicada con la tarjeta que vio en una falta en el centro del campo. Una de la tareas de Marcelino para sacar todo el provecho potencial del delantero italiano pasará por reeducar su ímpetu en la presión.

El Villarreal entendió en el inicio de la segunda mitad que debía salir de la cueva y presionar más arriba. Justo cuando comenzaba a atascar la salida de balón del Valencia, llegó el gol del empate. Rodrigo Moreno, cada vez en mejor tono tras dejar atrás su lesión, centró al primer palo, al desmarque de Nani, que conectó un testarazo a la escuadra.

Era el minuto 53 y se abría la posibilidad de un nuevo partido, abortado cinco minutos después por otra falta de concentración defensiva que acabó en el gol de Trigueros. De nuevo tocaba remar contracorriente, mientras desde la grada visitante se escuchaba un nítido "mig ouet el que no bote". El Valencia-Villarreal se ha convertido en un derbi con todas las de la ley.

El 1-2 afectó el ánimo de los valencianistas, con menos convicción. Soldado era retirado tras sufrir un pinchazo muscular y se llevó la gran bronca de la tarde, de la que fue una afición que, en el fondo, añora su efectividad. La receta continuaba estando en los pases entre Gayà y Nani, que sirvieron un centro al primer remate claro de Zaza, cuyo cabezazo fue desviado por Andrés Fernández. sansone en el 87 marcaba el tercero, con el Valencia ya rendido. Se acaba el fútbol en una temporada que ha sido un tremendo castigo psicológico para el Valencia. Las bases de la reconstrucción deberían estar claras y pasan por dibujar un equipo en el que volver a sentirse identificados.