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Cómo va a ser evasor fiscal si es un futbolista sinigual

Cómo va a ser evasor fiscal si es un futbolista sinigual

Ocurrió un proceso singular en la manera en la que algunos políticos ejercían la defensa pública de los acusados por corrupción en sus mismos partidos. Como un resorte todos aseguraban poner la mano en el fuego por el 'compañero y compañera'. Venía a ser al congresismo tal que confirmar a un entrenador antes de echarlo. Con el tiempo, con ese fluir de casos, dejaron de poner la mano el fuego a sabiendas que acabarían en la unidad de quemados.

El fútbol, ay, que enseña tanto, es prueba de algodón ante una sociedad y vale más que casi todos los estudios demográficos juntos. Las aficiones sí ponen la mano en el fuego por sus acusados. Los clubes se sitúan a su lado, delante y detrás. La pena de telediario (esa chorrada con la que se pretende que los más poderosos disfruten de los privilegios del poder pero no padezcan sus desventajas) afecta de manera inversa al futbolista célebre: se le extiende una campaña de apoyo moral que ni en las misiones. La prensa afín matiza la culpa, porque al fin y al cabo quién le pide la factura al fontanero. El aparato de cada entidad articula procesos repletos de hashtags para que el pueblo ofrezca su pesar por el maltrato público al futbolista.

Y los vítores ante el paseíllo en los juzgados, chiflando a favor del ídolo. Solo faltan bufandas personalizadas con la fecha de la cita judicial y pancartones con serigrafía oficial que griten: 'Cómo va a ser evasor fiscal si es un futbolista sinigual'.

Un folclore que nos muestra el camino hacia la comprensión con el coqueteo corrupto. Cómo digerirla en propia puerta. Echar balones fuera y envainar la culpa a fiscales, jueces y a tramas que van a favor del equipo contrario. Todo un signo de infantilismo, de falta de madurez en un país cuyo fútbol se está plagando de presuntos y de prisioneros. Expresidentes durmiendo entre rejas. ¿En qué manos está la Liga? Y hasta aquí las preguntas retóricas.

Leía estos días a seres ajenos por completo al fútbol extrañarse porque a ningún club se le había ocurrido todavía apartar o echar a un lado a futbolistas condenados. Es una caricatura, pero no tanto como el fanatismo con el que cada entorno defiende a sus inculpados. El hedor venciendo a la pulcritud.

Siempre quedará echarle la culpa al club rival y decirle que y tú más. En eso el fútbol sí se parece a la política. La gran prueba del algodón.

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