En un exquisito duelo de filiales, de fútbol muy refinado y frescura en cada parcela del campo, el Valencia Mestalla se abrió paso ayer hacia la segunda ronda de los play-off de ascenso a Segunda División. Dos eliminatorias le separan de un logro mayúsculo, aunque la atención del valencianismo hacia su muchachada parece más centrada en cuestiones subjetivas y no tanto en números y récords, que también. En medio de la crisis de identidad más grave en la historia del Valencia, es la gente de la casa la que ha puesto luz en la oscuridad. Voro, canterano de la vieja escuela, dio vuelo a Carlos Soler y a Lato. El primero, consagrado en el primer equipo, vio el partido desde el palco; Lato lideró a la tropa sobre el campo, donde se ha juntado una excelente hornada de futbolistas.

La invitación para acudir a Mestalla era apetitosa. Excelente temperatura, gente talentosa sobre el césped, la ocasión de ver competir al filial, el escenario y, por supuesto, la oportunidad de comprobar la excelente materia prima que gestiona Curro Torres, «un gran jefe de vestuario», como confiesan sus propios jugadores. La exhibición, individual y colectiva, valió la pena.

Con la ventaja del Mestalla adquirida en Vigo (2-3), el partido se presentó abierto. Pocos alicientes hay más para un buen aficionado al fútbol puro, libre de tóxicos, que un partido, a cara descubierta, entre dos equipos filiales de relumbrón. El Celta, campeón de su grupo de Segunda B, atacó el partido con la voracidad de un tiburón. El Valencia Mestalla, pese a la ventaja, hizo lo mismo. El resultado fue un partido eléctrico, intenso, de ida y vuelta, repleto de detalles técnicos y sin esa extrema exigencia táctica que destroza la estética de tantos partidos. La intensidad en el fútbol de canteranos es otra cosa. Hay alegría y desparpajo en cada acción. Los datos están ahí: 9 goles en la eliminatoria. ¿Hay algo más bonito para un aficionado en un play-off de ascenso?

En medio del entusiasmo con el que se emplearon los dos equipos, excitados los 22 futbolistas por jugar en Mestalla, el Celta acertó primero. Marcó un tal Borja Igle, auxiliado por Borja Iglesias, del que sí que hay referencias. Con 32 goles, fue el máximo goleador de todos los grupos de Segunda B.

A un gol de la eliminación, el Mestalla sólo miró hacia adelante con absoluta naturalidad. Y le dio la vuelta al partido desde el buen rollo. Jugó en corto cuando hizo falta, con Quim pausando el juego en el medio, y lanzó a sus extremos, Nacho Gil y Sito, en cuanto quiso abrir el campo. El central ucraniano Zotko, fichado por el Valencia al Metalist el pasado verano, empató el partido de cabeza, al remate de un córner. Hizo honor a lo que hace fama: es un defensa que domina el juego aéreo, con un buen desplazamiento del balón en largo.

Equilibrado el choque, con 12.000 espectadores con ganas de fiesta, el Mestalla se liberó definitivamente en la segunda parte. Entonces, ofreció una exhibición de recursos. Lato y Sito estuvieron especialmente activos en la banda izquierda. Nacho Gil no anduvo a la zaga. El gran beneficiado fue Rafa Mir. Anotó el segundo tras un pase franco de Sito. Dio dos zancadas y se armó un remate inapelable. Nacho Vidal, un lateral derecho veloz, de la vieja escuela, cerró otra victoria indiscutible, en el fondo y en la forma. Mestalla se entregó a los muchachos de Curro Torres, con un caudal futbolístico y una entrega formidables. El Mestalla tiene muy buena pinta.