Fue la última noche en que la pólvora corrió con absoluta libertad por Mestalla. Las cuatro esquinas del graderío reventaron antes, durante y después. En el viejo Yomus, la mascletà hizo temblar los cimientos. Las bengalas, los botes de humo y los petardos revelaban el fervor de la tropa. En el centro de la general de pie se hizo un hueco para anudar a los paravalanchas las consabidas tracas que los legendarios «Berga» y «Bigotes» encendieron con un cigarrillo a la hora señalada. La grada era una marea de sentimientos y un reguero de pólvora. El humo se mezclaba con el llanto y la celebración con la tristeza. La herida del descenso seguía latente. Ahí sigue. Treinta años después, esa cicatriz es el ancla que sostiene al club ante el empuje de la desmemoria, el cinismo y la irresponsabilidad. Sólo si estuviste aquella noche en Mestalla sabes que no exagero. En el descanso, un artefacto de fabricación casera provocó un cráter en las inmediaciones del área del gol norte. Un operario de la casa con gorra de plato a la vieja usanza arregló el boquete con un cubo y un rastrillo, como si estuviéramos en la playa de la Patacona. El muchacho que lanzó aquel barreno descontrolado es hoy un honorable padre de familia. Seguro que sonríe si me lee. Posiblemente, esa anécdota lo explique todo.

Aunque sigamos en la última fila de Mestalla, nosotros los de entonces tampoco somos los mismos. Es ley de vida. Aquella noche, en la avenida de Suecia, los socios más veteranos, los que ya peinaban canas en 1987, nos miraban atónitos. No es açò xiquets, no es açò, musitaban por lo bajo. Nos hablaban desde el futuro, pero también desde el pasado, sosteniendo el peso de la historia, a sabiendas de que la mística del Valencia no se alimenta ni de mediocridad ni de melancolía. La alegría de la muchachada desprendía un inevitable tufillo a impostura. Más que felicidad, era rabia contenida, exorcismo colectivo, afirmación fanática de la fe. Teníamos tantas ganas de desparramar que se nos olvidó lo sustancial: El Valencia Club de Fútbol no celebra ascensos.