«Si el equipo no corre, ya correré yo lo suficiente para que sientan la necesidad de seguirme». La frase es de Simone Zaza, el futbolista del Valencia que ha encandilado al cuerpo técnico del equipo que lidera Marcelino, tan riguroso él con los conceptos marciales del fútbol: espíritu combativo, orden, sacrificio, carácter, ambición... La sentencia del delantero de Policoro, de 26 años, salió de su boca antes de la llegada del técnico asturiano. Pero da igual el momento y el día, porque Zaza es así, un tipo comprometido que contagia su su temperamento mediterráneo a sus compañeros.

Marcelino no eligió, por casualidad, a Zaza como capitán del Valencia el pasado sábado ante el Cosmos. El italiano no ha estado especialmente acertado ante la portería en lo que llevamos de pretemporada. Además, Marcelino no se ha mostrado especialmente preocupado por su exceso de febrilidad a la hora de recibir tarjetas, casi todas en acciones de ataque. Para un técnico de su perfil, prefiere relativizarlo y disfrutar del lado positivo. Le encanta su entusiasmo en el césped y en el vestuario.

El entrenador del Valencia ha visto en Zaza a un aliado perfecto para tirar del carro. A saber: lo considera un jugador noble, pero con carácter, que ha demostrado en sólo 6 meses. Marcelino advirtió rápidamente el valor de un futbolista que defiende el escudo como si estuviera en el equipo de toda la vida. Hay argumentos que sostienen su actitud: sabe que el Valencia le ha dado la oportunidad de recuperar su prestigio, dañado por aquel penalti, casi cómico, fallado ante Alemania, en la Eurocopa 2016, que causó todo tipo de burlas. Venía, además, de una amarga experiencia en la Premier League. Su cesión al West Ham United por parte de la Juventus resultó una decepción.

Con el orgullo reestablecido tras aquel gol maravilloso al Real Madrid, nada más aterrizar en Mestalla, Zaza ha ido ganando carisma entre sus compañeros, que le apodan «Ximo», la derivación valenciana del «Simo» como era conocido en la Juventus.

Obsesionado por buscar un líder, Marcelino ha encontrado, por tanto, un interlocutor válido en la figura del italiano. Pese al poco tiempo que lleva en el equipo, es una de las voces fuertes del vestuario. Más ahora, que el entrenador se ha liberado de Diego Alves y Enzo Pérez, los líderes tóxicos del Valencia que se encontró. Zaza sabe, además, que cuenta con la confianza de Marcelino. Para un futbolista, el respaldo del entrenador es sinónimo de mayor motivación. De mejor rendimiento.

Bien lo sabe Parejo, que vuelve a sentirse cómodo en el Valencia, como en los tiempos de Valverde y de Pizzi, cuando el balón circulaba con fluidez por su radio de acción. Todo lo contrario a la angustia que sufrió el centrocampista con Gary Neville, y después con Pako Ayestarán, en el banquillo. Hoy Parejo vuelve a ser un futbolista feliz, como Zaza.

Marcelino conoce bien la importancia de contar con referentes «sanos» entre las paredes del vestuario. Lo es Zaza y lo Jaume Doménech, otro futbolista al que Marcelino premia por su tendencia natural a levantar los ánimos de la tropa.

Pese a estar gafado esta temporada con el gol, el cuerpo técnico del Valencia lo ve también como un delantero muy aprovechable. Su personalidad compensa, ahora mismo, cualquier enemistad con el gol. Y la consecuencia de todo esto es que ya ha lucido el brazalete en su brazo izquierdo pese a que es casi un recién llegado.