Faltan los fichajes, es cierto, pero la base del nuevo proyecto deportivo del Valencia aparenta ser sólida y duradera. La victoria ante el Bournemouth está argumentada en los valores que promueve desde la pizarra su nuevo entrenador, Marcelino: orden, solidez defensiva, sacrificio, carácter y oportunismo. Con una alineación indefinida, con una defensa circunstancial (Javi Jiménez y Vezo fueron los centrales titulares) y otros huecos todavía por cubrir, el Valencia fue un equipo competitivo en el Vitality Stadium, ante el noveno clasificado de la Premier la pasada temporada. A partir de aquí, desde un punto de partida que nada se parece al de las pasadas temporadas, el viaje promete, al menos, tranquilidad. El Valencia compite con canteranos y algunos elementos casuales, así que el trabajo de Marcelino está hecho. El objetivo de imponer su estilo en el equipo es indiscutible. Ahora debe mover ficha el club y nutrir la plantilla.

El Valencia fue un retrato del ideario de Marcelino. Ofreció una identidad propia. Defiende con las líneas juntas y sale en vertical, con velocidad, con una gran importancia de los laterales y los extremos. Gayà y Cancelo, este de interior, irrumpieron ayer en los partidos de pretemporada. El portugués se entendió muy bien con Montoya. El otro en estrenarse fue Carlos Soler, el futbolista que hace mejor a Parejo y viceversa. Marcelino le dio mucha libertad: lo situó a ratos en la izquierda, pero le dejó incorporarse al medio campo, donde mejor explota sus habilidades. Bien lo sabe el entrenador. En cuanto su equipo se apropió de la pelota, la exquisita pareja Soler-Parejo movió el juego con fluidez. A su lado, Medrán, no lo hizo nada mal.

Superados un par de sustitutos de Vezo, el Valencia intimidó hasta el final a los ingleses. Marcelino movió fichas tras el descanso, con especial protagonismo de Nacho Gil, incisivo y muy voluntarioso. El equipo compitió cada balón en plan corporativo. Hasta Orellana, cuestionado desde que llegó al equipo, mostró un compromiso inusual en él. Su gol fue precioso: un disparo lejano, después de levantar la cabeza, a la escuadra. La imagen de la celebración colectiva del gol, rodeado de chavales de la cantera, resultó hasta tierna.

Por cierto, ninguno de los dos porteros del Valencia, ni Neto en la primera parte, ni Jaume en la segunda, tuvieron trabajo. De eso se trata.