Las lágrimas inesperadas de Cancelo al final cerraron una victoria corta, justa e ilusionante para el Valencia de Marcelino. El equipo debió sentenciar mucho antes el encuentro ante un rival flojo, es un Valencia en construcción, pero se ven las señas de identidad del técnico asturiano: competitivo, serio y muy trabajado. Un conjunto que apretó las líneas: Rodrigo y Zaza flotan casi en el medio del campo, arrancando todos en estampida a la contra.

No hay debate sobre Carlos Soler, capaz de jugar en cualquier posición del centro del campo. Por la izquierda también, claro. Él recogió un pase de Rodrigo, se fue hacia el centro caracoleando y su visión de juego le permitió adivinar la mejor opción: el balón a la frontal de área donde esperaba Zaza con mucha ansiedad.

El delantero italiano, que había entrado tan atropellado en el choque, disparó con sutileza: raso, de rosca y junto al palo izquierdo de Chichizola. La rosca, precisamente, fue la trampa que evitó la parada del portero. La expulsión de Halilovic, por una entrada muy peligrosa a Gayà (m. 33), no se tradujo en una superioridad manifiesta del Valencia, demasiado acelerado en ese tramo final de la primera parte. Es un conjunto que juega revolucionado, para lo bueno y para lo malo, a falta de que un par de resultados positivos le permitan estabilizarse.

Cancelo protagonizó la mayoría de las contras del segundo tiempo. Erró en el último toque. Tal vez ansioso porque estaba ante su última participación con el Valencia antes de marcharse cedido al Inter en el trueque por Kondogbia. Cambio arriesgado porque Cancelo, para como quiere jugar Marcelino, es ideal por su enorme velocidad y desborde.

El Valencia esperó a Las Palmas tras el descanso. Surgieron Cancelo y Rodrigo, tan notables en las cabalgadas como negados en la finalización. Marcelino buscó alguna solución en el banquillo: retirar a Medrán, centrar a Carlos Soler y dar pista a Nacho Gil. El Valencia mejoró inmediatamente, adelantó la líneas y ocupó con más sentido los espacios. Nacho Gil le metió chispa e intención aviesa al ataque. Las Palmas empezó a notar el cansancio. Maksimovic salió con brió en los últimos minutos y facilitó a Zaza un remate acrobático con la derecha que desvió Chichizola. El delantero italiano, todo corazón, refleja el espíritu que quiere implantar Marcelino. Los lloros de Cancelo expresaron el adiós de Mestalla de un jugador atormentado, con unas condiciones fantásticas para el fútbol que no terminó de consolidar. Mestalla premió este vacío emocional del portugués. Y se congratuló de una primera victoria de muchas más.