El derbi confirmó en el mediodía de ayer, en un ambiente festivo en el Ciutat de València, todas las certezas: el rumbo firme de ambos conjuntos, la preeminencia de las defensas y los centros del campo, y la falta talento en las delanteras. El cuadro de Marcelino se quedó con las ganas de ganar porque estuvo más cerca. Le faltó frescura en el ataque (ni Santi Mina ni Zaza, cuando entró, estuvieron a la altura) y finura en el remate: Carlos Soler disparó pifiado tres veces, la más clara un cabezazo a bocajarro salvado por Rául. Frente a los críticos más simplistas, al menos se creó tres ocasiones de gol. El Levante dispone de entidad para ir más allá de las aspiraciones de la permanencia. Muñiz se conformó con el empate y prefirió un media punta (Samuel) a un delantero desacertado (Alegría), pero las buenas noticias convencieron a la hinchada granota, más satisfecha tras acabar el partido: por el fichajazo de Bardhi, por la clase en los cambios de orientación de Campaña en el bonito duelo con Parejo, por la banda supersónica de Ivi y Toño por la izquierda... Después de cuatro jornadas, los dos equipos suman los mismos puntos (6) con los mismos resultados (una victoria y tres empates). El VCF tiene más recursos y salen muy parecidos en el retrato: son muy difíciles de batir, pero sufren para imponerse.

El Valencia hizo daño en desplazamientos largos desde la defensa. Marcelino quería aprovechar la falta de velocidad de los centrales granota. De uno de ellos llegó el tanto de Rodrigo: bajó el pelotazo, lo abrió a la izquierda y se marchó al área a rematar. El centro perfecto de Andreas Pereira lo cabeceó picado Rodrigo. Si bien Raúl pudo haber evitado el gol, el hispano-brasileño remata mejor con la cabeza que con el pie (no debe pensar tanto). El Valencia pudo haber sentenciado a continuación en otra jugada de un Rodrigo inspirado: su centro desde la derecha lo cabeceó en parábola Santi Mina. El balón, tras golpear en el larguero, le quedó manso a la cabeza de Carlos Soler. El canterano se confió y cabeceó centrado sin sospechar que Raúl alcanzaría, milagrosamente, a despejar.

El Levante reaccionó con orgullo. El centro desde la derecha de Pedro López lo domó Bardhi dentro del área, le ganó la posición a Soler y se esperó para disparar donde le dolía a Neto, raso y esquinado. El incisivo Ivi y el meteórico Toño desbordaron y centraron aprovechando la debilidad de Montoya, dilapidados los centros por la inofensividad de Alegría y por la contundencia de los centrales rivales (Garay y Murillo).

Kondogbia impresiona a quienes lo ven en directo por primera vez. Es portentoso en los duelos de uno contra uno y tiene criterio para salir jugando. Parejo brilló más en las acciones individuales (se marchó de tres adversarios en un caracoleo de la segunda parte) que en las colectivas. Forman una espléndida pareja. Carlos Soler los complementa con su profundidad. Se descolgó con soltura en ataque aunque sin precisión en el tiro. Los jóvenes Andreas Pereira y Guedes apuntan más que dan, por ahora, y la preocupación para Marcelino se centra en el ataque.

De poder a poder

La segunda parte empezó de poder a poder. Muñiz emitió signos de conformismo. La ansiedad por ganar era del Valencia. Los cambios tardaron en llegar, sobre todo el de Zaza por Mina (m. 72), aunque el italiano solo dispuso de un disparo alto desde la frontal. Se espera mucho más del italiano, que ayer no salió a calentar con sus compañeros antes del encuentro, descontento por su suplencia. Guedes sí le dio algo más de electricidad al ataque, pero el Levante cerró todos los espacios. A medida que se apagaba Parejo se iba encendiendo Campaña. Para el Levante, el empate era una victoria. El Valencia quiso vencer hasta el final y Marcelino, pese a consolar a Santi Mina tras sustituirlo, sufre esta certeza: faltan los goles de un delantero de verdad.