Cómo puede cambiar la vida de un jugador y de todo un equipo, con una sola visita de diferencia a un estadio. Antes de las Navidades, Carlos Soler llegó a Anoeta como la esperanza debutante de un club en crisis. «No necesitaréis solo suerte para salvaros, chavales», despedía un viejo aficionado de la Real Sociedad al equipo de Prandelli, mientras desfilaba el autocar.

Nueve meses más tarde, Soler regresaba ayer al estadio txuri urdin como la estrella de un equipo renovado, reconocible y al alza. De aquel Valencia en autocombustión, entre caos y gritos de «Fuori», al equipo que vuelve a ser temible y con un ideólogo, el «Chino» Carlos, incluido entre las mejores 50 promesas europeas según l´Équipe, blindado con una cláusula de 80 millones y regalando una nueva asistencia de gol para la colección. De un deprimente 3-2, a un revitalizador 2-3. Este equipo ya no necesita suerte, porque vuelve a respirar fútbol.

Aquel debut de apenas 10 minutos fue un trago breve y algo amargo para Soler, sin tiempo para intervenir en un partido sentenciado. El centrocampista quiso cambiar su sabor de boca con un escenario que, casi silenciosamente, se había convertido en uno de los peores para el valencianismo en lo que se lleva de década (no se ganaba desde hacía siete años, con goles de Aduriz y Tino Costa).

Así, siempre con la cabeza levantada, Carlos condujo por el centro el contragolpe que en el minuto 11 acabó con el envío a Simone Zaza, a quien le cayó la pelota en la derecha y realizó una pifia inusual: matar un pase de la muerte. Se desquitaría con un gol de los que le gustan, de tres puntos.

El marcador se movió anoche en la fragilidad de un partido increíblemente agitado, jugado con un ritmo de eliminatoria final, con un Valencia al que Marcelino ha logrado reactivar con orden y principios, pero también haciendo partícipe del proyecto a todo el vestuario.

Con la titularidad de Jaume, el técnico asturiano ya ha hecho debutar a todos los jugadores de la primera plantilla a excepción de Fabián Orellana, que no cuenta, al quinto central Javi Jiménez, destinado al filial, y el lesionado Robert Ibáñez. Solo han hecho falta seis jornadas y lo ha hecho en un contexto, sin derrotas, que no anima mucho a retocar piezas.

En ese solidario compromiso solidario destacan florecientes casos individuales. Nacho Vidal redondeó su titularidad con un gol, picando suavemente la pelota, de jugador hecho que avisa de que su presencia en el primer equipo no es testimonial.

La rehabilitación para el fútbol de primer nivel de Rodrigo Moreno ya parece completa. Es una apuesta exitosa de Marcelino que se materializa con tres goles en tres jornadas seguidas. El jugador hispano-brasileño ha recuperado la mirada alegre, no solo por su acierto anotador. Su repertorio de pases y triangulaciones brilló en especial con su conexión con Gonçalo Guedes.

La afición del Benfica se quedó en su día con las ganas de ver a los dos futbolistas combinando juego en Da Luz. Apenas llegaron a coincidir en pocos entrenamientos en el primer equipo de los «encarnados». Con su formidable esprint en el primer gol, Guedes demostró que es el jugador distinto que puede decantar partidos. Con el partido roto y hermoso, con diez en cada bando y con tanta tensión nerviosa que hasta Marcelino acabó sufriendo un tirón, Guedes puso la guinda épica al partido, forzando el pie con un giro elástico de tobillo. Una sutileza de pase rematada que Simone Zaza, tipo de pocos alardes poéticos, remachó abriendo las costuras del balón, con la rabia acumulada de un equipo que ansiaba como ningún otro volverse a sentir importante.