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Lo de los vascos

Lo de los vascos

El domingo pasado, una jornada tranquila donde apenas hubo problemas a vueltas con las identidades, el grupo de aficionados que esperaba al Athletic Club de Bilbao en el zaguán de Mestalla comenzó a gritar «puto vasco el que no bote, eh, eh» cuando llegaban los jugadores rivales. Un recibimiento campechano a la par que rutinario, solo que hay jornadas que por excepcionales dejan la rutina en fuera de juego.

Cánticos en la jerga que vienen a ser rituales de socialización con el prójimo, ejercicios para atemorizar (no se sabe a quién). Por ser el día menos indicado para tensiones así de irracionales otra parte del valencianismo recriminó los gritos, poco representativos. Corriendo entre medios otros aficionados tomaron la parte por el todo y descalificaron al Valencia como club. Todo un festín posverdadero.

Para dar ejemplo didáctico se enseñó que el Valencia había sustentado buena parte de su gloria en el esfuerzo de los futbolistas vascos. Puestos a rizar el absurdo esos cánticos mancillan la estima por la historia propia. Cómo ir en contra de los vascos si forman parte de tu mejor legado. Pero me temo que no va de eso. Ni los gritos tenían que ver con una encendida defensa del valencianismo ni su carácter era futbolístico. Quienes los proclaman practican otras vocaciones.

Poco tiempo después Aduriz, un vasco que bota mucho, era recibido por Mestalla con aplausos por su sólida honradez. Frenéticas contradicciones por las que conviene no definir a una afición por el ruido de unos pocos

Leí a otros tantos justificar el recibimiento vascofóbico como una reacción a los improperios que el Valencia recibe en San Mamés? La justificación del comportamiento que uno repudia. Todo lógico.

Puede que sea un acto del todo ingenuo, lo es, pero confío que el fútbol sirve, además de para enseñarnos lo peor de nosotros mismos, también para mostrarnos lo mejor. Los aficionados desmarcándose, en un día así, de la agitación del odio contra identidades distintas, es una muestra esperanzadora.

No es cuestión de evitar clamar contra los vascos al recibir al equipo rival porque has tenido muchos jugadores de allí -eso sólo constata el absurdo-, se trata de algo tan primario como buscar ser ejemplares como club. Que el fútbol no sirva también para lanzar un país contra la cabeza de otros. Al menos no es nuestro nombre.

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