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Análisis

"Yo solo sé de fútbol y tampoco"

El cuadro de Marcelino confirma que el fútbol es el arte de lo imprevisible después de este arranque espectacular de campeonato - Todas las premisas conducían en dirección contraria a lo sucedido: un equipo con enorme potencial ofensivo

La frase resume la grandeza como entrenador de Ernesto Valverde. Acribillado a preguntas que exigían respuestas profundas y contundentes, al técnico extremeño le salió del alma un grito desesperado de humanidad: «Yo sólo sé de fútbol... y tampoco». Sucedió tras el 3-0 a puerta cerrada del Barça a la UD Las Palmas en un Camp Nou vacío, bajo el pesadísimo ambiente del pasado 1 de octubre en Barcelona. La reflexión de Valverde viene al pelo. El fútbol es el arte de lo imprevisible y el Valencia de Marcelino lo confirma en este arranque espectacular de campeonato con el fracaso de todos los análisis y pronósticos al respecto.

Las premisas después de las cuatro primeras jornadas del conjunto de Marcelino apuntaban todas en una misma dirección. El entrenador asturiano, en su larga trayectoria, construyó equipos fiables y ajustados: pocos goles. El delantero Rodrigo estaba estigmatizado por su falta de definición, rematando la mayoría de ocasiones al muñeco o fuera de la portería. El impetuoso Zaza gastaba su energía chocando contra los defensas y nunca se distinguió por ser un notable goleador. Santi Mina luchaba contra la impenetrabilidad de la materia al intentar adentrarse en el área adversaria. Y Guedes llegaba con la vitola de extremo velocísimo pero sin un reconocimiento como rematador.

El resultado, sin embargo, ha sido todo lo contrario. Entre los tres delanteros (Zaza, Rodrigo y Santi Mina) suman 14 de los 21 goles. Marcelino manda a sus jugadores al ataque como si no hubiera un mañana. Y el equipo encaja más tantos de lo recomendable (10, siendo más vulnerable que otros siete conjuntos de la clasificación). Aun así, a la satisfacción de Marcelino por seguir invicto tras ocho jornadas y vencer el domingo en el Villamarín, se unía el haberle ganado por primera vez a Quique Setién. Por ese deseo tan fuerte de vencer, ambos entrenadores brindaron un duelo memorable, imposible si en uno de los banquillos se hubiera sentado Simeone.

Un centro del campo imponente

Marcelino doblegó a Setién donde más le duele: el dominio en el centro del campo. Impusieron su ley Kondogbia, Parejo, Carlos Soler y Guedes. Marcelino ha encontrado en esos cuatro jugadores, con la estimable colaboración de Rodrigo, una línea de contención y creación casi perfecta. El rendimiento de Kondogbia desacredita a los dirigentes y técnicos del Inter que favorecieron su cesión al Valencia con opción de compra. Al poderío físico, intimidatorio en las dos áreas, le añade un ansia irrefrenable por jugar el balón. Suma dos goles donde más mérito tienen; fuera de casa, en el Bernabéu y en el Villamarín.

Se han escrito tratados sobre la singularidad de Parejo y la incomprensión, durante años, de su ideario en Mestalla. Ahora cabe recordar la importancia para sus compañeros: es quien mantiene la calma con la pelota cuando el adversario asfixia al Valencia. Sabe cómo salir de la presión. A eso le ha agregado una inesperada capacidad en la recuperación del balón. Sin ser rápido, mete el cuerpo y se hace con el esférico.

Los interiores son piezas clave en la pizarra de Marcelino. El técnico combina uno más explosivo y otro más técnico para equilibrar el ataque. Les pide a los dos que pisen el área contraria. Y que disparen desde cualquier posición. Carlos Soler acabó con todas las bagatelas sobre cuál es su posición ideal. Sirve para todo. Con más o con menos acierto, su producción siempre es abundante. Ante el Betis, Adán le sacó dos tiros desde fuera del área y el árbitro le birló un penalti de libro que Durmisi cometió sobre él cuando se disponía a marcar.

El impacto de Guedes

Días antes del cierre del mercado estival, Marcelino bromeaba sobre el futuro del Valencia en funcionó de los últimos fichajes. «Según lo que venga, estaremos arriba o a mitad de tabla». Y llegaron Guedes y Andreas Pereira. El impacto del joven internacional portugués en la delantera está siendo capital. Ha participado en todas las goleadas desde el día del Málaga, cuando empezó a sentirse integrado como futbolista del Valencia. Es el más indescifrable del ataque. El que rompe el orden en las defensas rivales por la mezcla de potencia en carrera e imaginación para acabar las jugadas.

El Valencia disfruta de la tormenta perfecta tras la consolidación del binomio Alemany-Marcelino, el pleno acierto en los fichajes, el resurgir de Gayà y Parejo y el lanzamiento definitivo al estrellato de Carlos Soler, además de la consagración de la cantera con Nacho Vidal y Lato y la inminente llegada de Ferran Torres al primer equipo. Lo razonable es que el Valencia baje el ritmo, se reduzca la cuenta de goles a favor y en contra, y pelee hasta el final con el Sevilla, su próximo rival en Mestalla, por el cuarto puesto que da acceso a la Liga de Campeones. Sería un éxito inaudito para un equipo tan castigado en los dos últimos años. Sería una muestra más de que Valverde tiene razón.

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