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En vacas gordas, humildad

En vacas gordas, humildad

Los futbolistas se merecen un campo lleno». Vale. La frase la pronunció ayer Marcelino. Y yo, desde la humildad, le respondo que los aficionados se merecen disfrutar y sobre todo que se respete el que cada cual se exprese como quiera. Lo digo ahora en época de vacas gordas, cuando el Valencia se puede permitir el lujo de mirar al resto de equipos por encima del hombro. En este arranque, el idilio grada-equipo está siendo perfecto pero, en años anteriores, cuando todo estaba patas arriba, los únicos que no flaquearon ni desfallecieron fueron los aficionados. Con frio y calor. Lo digo para que, si algún futbolista lee estas líneas, lo recuerde. Porque cuando se está arriba es cuando se debe recordar la angustia de estar abajo. Así es la vida. Ahora, cuando mola presumir de equipo y hasta las travesuras de los jugadores ven con buenos ojos, es cuando se debe ser más humilde. Y mortal.

Escuché ayer en la 97.7 radio que empleados, jugadores y exfutbolistas del Valencia habían hecho una recolecta para costear el funeral del utilero Manolo Cuenca. Me conmovió escuchar que, el carismático empleado, había fallecido en una pensión y que su cadáver había estado dos meses en el depósito sin que nadie lo reclamara. ¡Cuanto dolor! Recuerdo que, hace años, era el primero y el último que se iba de la Ciudad Deportiva. Dardo de las bromas de los futbolistas, era chico para todo. Ahora, gracias a algunos de sus chicos, puede descansar en paz.

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