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El recordatorio de Manolo Cuenca

El recordatorio de Manolo Cuenca

Esta semana recibimos, en diferido, uno de esos sopapos silenciosos que pasa fugaz pero que deja marca, que hiere. Una historia condenada a la nada pero cuya aparición en algunas páginas de periódico devuelven cierta confianza humana.

Un antiguo utillero del Valencia, Manolo Cuenca, murió este verano en una pensión de la ciudad. Se había jubilado en 2013 y como tantas vidas, el júbilo de cumplir los 65 viró en naufragio. Cuenca se quedó solo, alejado del ritmo deportivo, de Paterna, de Mestalla, de la inmediatez de los resultados y la cercanía a rutilantes futbolistas a los que se dirigía llamándoles «señor», cuenta Andrés García. «Buenos días señor Carboni?»

Se ha sabido hace pocos días que había muerto. Nadie, casi nadie, supo que Cuenca, utillero del Valencia un lustro atrás, había quedado archivado en pleno agosto a la espera de que alguien preguntara por su cuerpo. Exfutbolistas y exjugadores del club lo buscaron con la esperanza de poder enterrarlo y poner nombre al cadáver.

Entre las rendijas de la gloria y de los fastos se esconden episodios amargos, anónimos. A la sombra de los éxitos y de los súper atletas sobresale todo lo demás. Un golpetazo a mano abierta ante la frivolidad del fútbol proyectado. Su nombre pronto se perderá. Por responsabilidad deberíamos guardar apellidos como los de Cuenca, aunque solo sea para recordarnos que esto no sólo va de millonarios tatuados.

Me acuerdo de Toni Company. Tipos que entregaron su vida a un empleo que era mucho más que eso, la manera de colmar sus expectativas, la fidelidad irrenunciable. Ojalá los libros de historia propia también acaben hablando de ellos. A mí, al menos, me siguen pareciendo muestras infalibles para quien aprende de la vida a través del fútbol, repleto de contraejemplos pero también de buenos referentes.

Reconcilia, un poco, ver conatos de colectividad en los que un club es mucho más que unos tipos de paso, que se apila cuando tiene que prestar auxilio a uno de los suyos, que no sólo aspira a buenos resultados. No encuentro mayor idea de grandeza.

Queda pendiente que no solo sean los futbolistas quienes merecen el cuidado después de retirados, sino también aquellos que pasaron y entregaron la mayor parte de su vida al Valencia. Manolo Cuenca como recordatorio de tantas cosas.

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