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Opinión

El presidente que quería serlo

El presidente que quería serlo

Érase una vez un presidente que quería serlo al notar que no lo era lo suficiente. Atribulado por el reconocimiento social a su director general y a su entrenador, el presidente quería reivindicar su posición, ejercer de mamporrero de quien le puso y buscar atraer el reconocimiento que creía merecer. El propósito terminó en destarifo. Fin del relato.

Cuando haces las cosas mal pero tras percatarte apuestas por profesionales solventes que consiguen que el viento sople a favor, hay dos maneras de afrontarlo. O bien aprovechas la coyuntura, actuando discretamente y dejando que las buenas sensaciones fluyan, o bien te revuelves para reivindicar tu parte alícuota del triunfo. Si eres consciente de tu rol, de la conveniencia de mantenerte en un segundo plano, haces lo primero. Si te crees más listo que nadie, si crees que la rotundidad de los resultados es un certificado para la venganza, haces lo segundo. El presidente que quería serlo, cegado por su deseo, priorizó su cargo de empleado fiel de Meriton sobre el de máximo responsable institucional del Valencia. Y se pasó de frenada.

Mendigar reconocimiento le ha traído justo el efecto contrario. Cuando nadie apenas cuestionaba el mandato de Lim, dejándonos llevar por la ilusión de que la propiedad hubiera cambiado, el presidente que quería serlo tumbó de un manotazo el ensueño. De haberse mantenido al margen, confiando en los profesionales a cargo del club, el reconocimiento -merecido o no- hubiera acabado llegándole a Meriton. Queriendo asumir parte del mérito, se lo ha quitado todo. Un movimiento propio de iluminados.

Es sencillo, lo han visto. Si se confía el club a tipos serios y valiosos (Lim por fin los ha traído, su mérito justo está ahí), si se mantiene la soberanía propia, si se encadenan buenos resultados, la propiedad en lugar de discutirse se asume por inercia. El proceso de venta se olvida, sepultado en el mar. Pero el instinto vanidoso ha querido que en lugar de hablar de Guedes, Zaza y Soler, el presidente resucitara la brecha cainita. Tanta habilidad no, por favor.

Hubo racismo contra el grupo de Singapur, dice el presidente y acierta. Muchos valencianos perjudicaron al club, recuerda y vuelve a acertar a base de perogrulladas sin contexto, tal que si exclamara que hay humanos malos. Los hay. ¿Pero a santo de qué en uno de los mejores tramos deportivos del club el presidente decide abrir un frente entre valencianos y singapurenses? En qué cabeza cabe. Al menos en una, la de quien no ha entendido nada y sigue creyendo que sus profundos errores fueron fruto de la incomprensión de la gente local, una cultura de bárbaros.

Su visión atribuída como salvadores de la patria sigue basándose en una ficción: antes de ellos, la nada. Sin embargo, antes de ellos, mucho.

Dejen ya sus complejitos a un lado. Deje ya, presidente, de querer exhibir a gritos el cargo. Un equipo está en plena misión y no admite ridículas molestias.

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