El Valencia CF se ha quedado a 8 minutos de confirmar que esta temporada competirá por algo más que la clasificación para la Liga de Campeones. Jordi Alba, un chico de la casa, para más escarnio, rompió el sueño con el que Mestalla comenzaba a recrearse. Al cuarto de hora de la segunda parte, Rodrigo había adelantado al Valencia en el marcador. Y, tras un primer tiempo de apabullante dominio del Barça, el equipo de Marcelino jugaba al contraataque en busca del segundo tanto. Todo le había ido de maravilla hasta ese gol de Jordi Alba, porque en la primera parte le sucedió también algo increíble: ni el árbitro ni el línea dieron por válido un gol de Messi, después de que el balón entrase un palmo en la portería.

El Barcelona inclinó el campo a su favor y, con su paciencia habitual, se dispuso a bascular de un lado a otro, a la espera de encontrar el hueco para encarar a Neto. Enfrente se encontró una defensa muy ordenada, que cerró bien los espacios. Paulinho probó desde fuera del área en la ocasión más clara del Barça en el primer tramo del partido. El problema para el Valencia no era tanto el dominio de su rival, sino las dificultades que le creó para salir con el balón hacia alguna parte. El equipo de Marcelino tardó 4 minutos en pasar de medio campo. Durante un rato, Zaza fue el único elemento desestabilizador en la zona del Barça. Con su presión asfixiante, consiguió crear las dos primeras llegadas del Valencia, ninguna digna de mención.

El partido avanzó con el balón en poder del Barça, con Iniesta y Rakitic marcando el ritmo de la noche. No hubo noticias del poderoso contraataque del Valencia. Ni Guedes ni Rodrigo, ni Parejo y menos un achicado anoche Carlos Soler, eran capaces de construir alguna jugada con sentido. La superioridad del líder era irrebatible. La contundencia defensiva del Valencia, con Garay y Bautista imperiales, también.

En medio del dominio del silencioso dominio del Barcelona, llegó el ruido. De repente. Messi lanzó un zapatazo desde fuera del área, a Neto se le escurrió el balón de las manos y entró un palmo en la portería. Ni el árbitro ni el juez de línea dieron por válido el gol, clarísimo. Mientras los futbolistas azulgranas protestaban, incrédulos, el Valencia armó su mejor contraataque del primer tiempo. El balón rozó el palo en el duro disparo de Zaza. Una locura en un minuto, que provocó la furia de Messi y cía. El resto del primer tiempo transcurrió sin novedades hasta la primera aparición de Guedes, al límite del descanso. Corrió la banda izquierda hasta el área y el remate de Zaza terminó muriendo en el área pequeña, cuando Carlos Soler esperaba libre de marca en la derecha.

El Valencia se estiró tras el descanso. Su puesta en escena, esta vez, invitaba algo más al optimismo. Marcelino debió quitar tensión a sus futbolistas y el Barcelona comenzó a administrar fuerzas. La cuestión es que había partido. Guedes estaba, definitivamente, en el partido y los laterales, Montoya y Gayá, comenzaron a presentarse en el campo contrario. También Kondogbia dio un paso adelante. Y Parejo, que generó la acción del gol del Valencia. Abrió el juego a Guedes, este vio el desdoble de Gayá y entregó a Rodrigo, que entró al remate con todas las ganas del mundo. Quedaba media hora y el conjunto de Marcelino se situaba por delante en el marcador. En Mestalla, claro, el éxtasis. Esa sensación colectiva, siempre latente, de volver a estar arriba, compitiendo por el título de Liga. Una sensación que Rodrigo amplificó en la celebración del gol, al recoger la peluca naranja de un aficionado, colocársela en la cabellera y señalar al cielo. ¿Había una mejor forma de homenajear a Jaume Ortí?

El Valencia CF fue fiel a su estilo durante el resto del choque: una defensa pétrea y, ahora sí, un contragolpe, peligroso, con Zaza dejándose el físico en cada balón dividido. Todo iba muy bien hasta que Messi se inventó un pase genial a Jordi Alba, que remató acrobáticamente de volea en el segundo palo.

El empate hizo daño, por supuesto, pero no dejó herido al Valencia, que luchó hasta el final por la victoria. Zaza fue el autor del último remate, con el tiempo cumplido, tras un partido que terminó trepidante.