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La contracrónica

Mestalla, el estadio de los rebeldes

El Valencia, con un coraje extremo y una celebración para el recuerdo de Rodrigo, sobrevive a la superioridad del Barça

Mestalla, el estadio de los rebeldes

El Barça es el rondo eterno capitaneado por el astro Leo Messi. El Valencia el coraje y la entrega irracional que llegan a emocionar de Simone Zaza, con el menisco a punto de romperse, y de sus otros diez compañeros. Un compromiso tan extremo que vence toda limitación, toda frustración de verse sometido durante largas fases a un rival que seguirá siendo favorito, pero que no pudo derrotar a un bloque, el blanquinegro, en el que da gusto sentirse reconocido y que continuará siendo el rebelde aspirante sin miedo. Todo condensado en el gesto del gol de Rodrigo, que aúna felicidad y memoria, celebrando su gol con la peluca naranja del recordado Jaume Ortí.

La ansiedad, las ganas de agradar y resolver pronto, parecían traicionar a un Valencia en el que las pulsaciones desestabilizaban el orden métrico, casi robotizado, con el que Marcelino ha hecho funcionar a un bloque de automatismos huracanados. El Barça sí parecía estar a la altura de un partido de los que deciden la suerte de una Liga. Tocaba y tocaba, mientras el Valencia seguía sin consuelo la pelota y, cuando la recuperaba, precipitaba sus salidas al contragolpe.

En cierta manera Mestalla asistía a un primer baño de realismo, que no de humildad, para un equipo que se ha ganado cada trozo de palmo conquistado. Pero tuvo que ser el Barça el que avisase del techo de un equipo que ya no recordaba la frustración.

Parecía un momento oportuno, también, para recordar de dónde venía este Valencia. Del cenagal de dos temporadas en el precipicio, de la ausencia de un relato digno. En tiempo récord habíamos pasado del "estamos convencidos que el 31 de agosto tendremos buen equipo", que Marcelino y Rubén Uría confesaban en charlas privadas en la concentración de Évian-les-Bains, cuando se desconocía si habría fichajes, a la catarata de ocho victorias consecutivas y la etiqueta, que tanto pesa, de volver a saberse aspirantes. Con Marcelino castigado en el palco, su segundo intentaba calmar los ánimos de su joven equipo, sin parar de dar palmas y corregir situaciones. Pero incluso a ese límite sobrevivió este Valencia.

En medio del agotador monólogo azulgrana, la agitación del minuto 29. El gol clarísimamente legal de Leo Messi. Tras el garrafal error de Neto, siempre fiable pero que emuló a aquella de Arkonada en la Eurocopa de Francia 84, la pelota botó un palmo largo dentro de la portería.

El manotazo del meta brasileño tenía más de gesto rabioso por la pifia, que de intentar evitar el gol. Con los jugadores barcelonistas celebrando el tanto, el Valencia salió a la contra, casi culminada por Zaza. Probablemente fue el karma el que desvió su zurdazo.

El Barça siguió tocando y las pantallas de los móviles se iluminaban cuando Messi se disponía a lanzar una falta. En el 41 se abrió otra grieta para respirar, con la escapada de Guedes finalizada atropelladamente por Zaza. La jugada no había acabado en gol pero ofrecía un manual de supervivencia para la segunda parte. Estar más ordenados y aprovechar mejor las virtudes veloces del equipo. Fue así que en el 51, una rápida acción colectiva del Valencia acabó con un disparo seco de Zaza. La invitación a pensar en una segunda parte más optimista.

En el momento de mayores dudas, la afición salió al rescate, tal como reclamó Marcelino en la previa. Y se confirmaba que todos los caminos pasaban por Benavente, el pueblo natal de Guedes. El luso estuvo cerca de marcar, luego de una recuperación gestada por Rodrigo. El hispano-brasileño rompió el partido en el minuto 60, en otra acción desde la izquierda, con pase de Gayà y remate a placer de Rodrigo, redondeando la semana de su renovación. Rodrigo, profesional honrado y fantástico jugador al que tantas veces se le etiquetó como «un jugador de Meriton» lo celebró con la peluca naranja de Ortí.

Jordi Alba empató e hizo justicia en el marcador. "Merda", con la è oberta, se leyó en los labios de Gayà. El Valencia aguantó de pie los últimos minutos, con Zaza despejando balones a córner y malogrando la última volea.

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