El partido llenó de emoción al valencianismo porque el equipo supo resistir en la primera parte y desprenderse de los complejos en la segunda, para acabar en el minuto 94 con un remate de volea pifiada de Zaza, el jugador más comprometido del mundo. Este Valencia ha venido jugando con dos futbolistas con fisuras en sus huesos: Zaza en el menisco y Guedes en el pie, como para no sentirse orgullosos sus aficionados.

El corazón del VCF palpita a toda mecha gracias a jugadores como Gayà, que se estiró hasta la línea de fondo y dio el pase del gol a Rodrigo. El estirón necesario para cambiar el rumbo del choque. La segunda parte estuvo muy dividida, susceptible de cualquier cosa y con un Valencia más reconocible, vertical y punzante, con Parejo y Kondogbia otra vez a los mandos.

El Barça obligó a correr muchos kilómetros al Valencia en el primer acto. El conjunto de Marcelino apenas podía salir de su propio campo, tan certera era la presión adelantada de los azulgrana. Sin el aliento de Marcelino en la banda, su equipo, acomplejado, se echó demasiado atrás. Pareció sentirse huérfano. Rubén Uría no sabía cómo hacer reaccionar al VCF. Y el equipo se limitó a cerrarse como un caparazón.

Guedes no podía correr. Su primera cabalgada llegó en el minuto 41. Busquets y Paulinho lo tuvieron esposado. El VCF perdía la pelota muy rápido. Carlos Soler, por ejemplo, se sintió intimidado con el balón por la clase de Iniesta y Jordi Alba.

Y llegó una de las jugadas más polémicas del campeonato. El Barça llegó con todo y Messi apareció en su zona más peligrosa, la frontal del área. Su tiro de primeras salió hacia el centro de la portería, sin potencia y a media altura, pero se lo tragó Neto. Se le coló el balón por entre las piernas. El meta brasileño palmeó fuera el esférico cuando ya había atravesado la línea.

Los propios valencianistas se quedaron parados, recibiendo la bronca de Uría por ello. Y mientras protestaban todos los azulgrana, llegó la única ocasión local del primer periodo, una contra resuelta con un disparo demasiado cruzado por Zaza.

La única buena noticia para el Valencia fue marcharse al descanso con el 0-0, tal había sido su inferioridad en el primer periodo. Eso y que apenas había concedido ocasiones claras de gol. Esa es la diferencia de este Valencia respecto al de otras temporadas: cede pocas ocasiones. Pero algo debía cambiar Marcelino en el descanso y lo hizo.

Coloso Gayà

El árbitro no vio el gol de Messi pero sí que Garay tenía una patata en su media derecha, obligándolo a abandonar el campo y dejando con uno menos al VCF durante unos minutos.

El Valencia se estiró tras el descanso. El encuentro se abrió en todas las líneas. Guedes logró desbordar a Umtiti en el área azulgrana, pero se topó con las manazas de Ter Stegen. Un aviso de lo que vendría poco después. El portugués había encontrado una vía de entrada. Mucho más si veía a doblarle a Gayà.

El lateral de Pedreguer llegó hasta la línea de fondo, miró al centro y entregó perfecto a la llegada de Rodrigo, que se coló entre el meta y el central Vermaelen para marcar su octavo tanto en la Liga. Gayà fue un coloso tanto en defensa como en ataque. Le ganó una acción por pura fuerza a Deulofeu. Retirado momentáneamente Garay por unas molestias, Zaza bajó a defender al lateral derecho para ayudar.

El VCF se relajó un par de minutos mientras se decidía a cambiar a Garay y surgió la genialidad de Messi en un pase en profundidad, a la espalda de Montoya, que empalmó a gol Jordi Alba de forma prodigiosa. El equipo de Marcelino reaccionó con personalidad y mantuvo en vilo el partido hasta el final. Atacó con Andreas Pereira por la derecha y con Gayà por la izquierda. Zaza estaba en todas partes. La rodilla del italiano aganta y el corazón valencianista bombea.

Jaume Ortí bien merecía este reconocimiento.