Al Valencia le faltó ayer la convicción de su entrenador (alejado de la banda por la suspensión) para salir de la trampa tendida por Bordalás, para quien el fútbol es un campo de batalla. Rubén Uría no debería haberse visto sorprendido: todo el mundo sabe cómo se las gasta Bordalás.

El césped duro como el cemento y patadas por todas partes intimidaron a un VCF ayer sin colmillo, demasiado tierno. Notó las bajas sensibles de Garay y Guedes, perdiendo fuerza en ambas áreas. Careció de ambición para atacar más de una hora con superioridad numérica por la expulsión de Arambarri. Y entrar más por los extremos, donde ni Andreas Pereira, molido a palos por Damián Suárez, ni Carlos Soler, ni tampoco los laterales, surtieron a los delanteros, muy apagados (sobre todo Zaza). Solo la clase y la determinación de Parejo obligaron a Guaita, autor de paradas de mucho mérito. Él y la inteligencia en ataque de Jorge Molina, dos valencianos, propiciaron la primera derrota del VCF en 13 jornadas de Liga.

No es para rasgarse las vestiduras sino para recapacitar. El equipo de Marcelino debe encontrar la manera de sobrevivir a la ausencia durante un mes de Guedes, el jugador que rompe al rival desde la zona de tres cuartos de campo por potencia y habilidad. El equipo necesita refuerzos para seguir entre los mejores. Zaza, que jugó todo el partido contra el Zaragoza en Copa, parecía ayer sin energía y sin acierto: como en el cabezazo final alto cuando se había quedado solo ante Guaita.

El VCF no mereció perder, pero tampoco hizo lo suficiente para ganar. Y hubo otros encuentros, como en Cornellà, donde se llevó la victoria sin merecerlo. Bordalás llenó el campo de emboscadas y el Valencia apenas pudo enlazar jugadas. Sus opciones de marcar pasaron por las faltas directas de Parejo, repelidas por los puños de Guaita, y por un córner lanzado por el capitán al segundo palo, donde Carlos Soler voleó al cielo.

El lateral uruguayo Damián Suárez tuvo barra libre todo el partido con la permisividad del árbitro, que ya creía haber cumplido su cupo de fair play al expulsar a otro uruguayo, Arambarri, por una entrada por detrás a Montoya (m. 24). El árbitro amonestó a Suárez en el m. 89.

La expulsión de Arambarri apenas se dejó sentir en el desarrollo del encuentro. El Getafe siguió sacando partido de un juego directo, aprovechando el oficio de Angel y Jorge Molina para meter en apuros a la zaga blanquinegra.

La delantera de Marcelino se sintió fuera de sitio, desconectados Rodrigo y Zaza; anulados Carlos Soler y Andreas Pereira porque, cada vez que querían conducir, eran hombre a tierra.

Marcelino sorprendió en el descanso al sentar a Kondogbia en favor de Nacho Gil. Se trataba de evitar la segunda amarilla al mediocentro francés (el técnico asturiano conoce la psicología arbitral) y, por otro lado, buscar la agilidad entre líneas de Nacho Gil. El canterano le puso pimienta por el ala derecha a Damián Suárez, pero Marcelino lo cambió de banda con la entrada de Santi Mina y allí desapareció.

Parejo lo probó todo

Parejo probó los reflejos de Guaita de diversas maneras. La última, un tiro pegado al palo muy potente. La estirada milagrosa del meta rechazó el balón con la yema de los dedos. Parejo lo intentó esta vez entrando hasta la línea de fondo y cediendo atrás: Paulista, muy solo, disparó arriba desde la frontal. Había llegado el día de la derrota. Y había que asumirla con dignidad. Es un aprendizaje más.