Los detalles le están cobrando un doloroso peaje al Valencia. Por segunda salida consecutiva, el equipo de Marcelino cayó derrotado, traicionado por un partido imprevisible, de ida y vuelta. Las fases de buen juego no fueron suficientes cuando no se mantiene, tan aguzada, la efectividad, ese factor que había hecho del Valencia un equipo intratable. El regreso de Guedes y el debut en Liga de Ferran Torres, revulsivos de emergencia en un partido trabado, quedan desdibujados con un tropiezo que humaniza las expectativas del equipo.

En el primer minuto de juego ya se advirtió a qué tipo de partido se iba a enfrentar el Valencia. Balonazo en largo del portero Dmtrovic, peina atrás anticipándose Sergi Enrich para que la cace al vuelo Charles, demasiado alto. Un partido de disputas y balones divididos favorecidos por la incesante lluvia, que deslucía la precisión al pie. Se adaptó bien a ese escenario el Valencia. Vezo y Paulista rechazaban bien los contantes centros laterales del Eibar, tapando las agresivas tentativas de remate de Enrich y Charles.

Además, en un campo de reducidas dimensiones, encontró la manera de profundizar al espacio, toda una necesidad al no contar con el sancionado Zaza como pantalla. Se encontraron vías, sobre todo, por la izquierda. Rodrigo se ofrecía para desajustar las marcas y Mina tiraba buenas diagonales. Se beneficiaba Nacho Gil, novedad en la alineación, habilidoso pero intermitente, que contó con la compañía de Gayà. Entre los dos provocaron la primera ocasión, en el minuto 13.

La lluvia arreciaba con más fuerza según avanzaba el partido, generando lances erráticos, con faltas y una mayor profusión de saques de esquina, ideal para explotar las jugadas a balón parado y la media distancia. Ahí apareció, con autoridad, Dani Parejo. En el minuto 26 recogió un balón en la frontal y chutó con toda la intención. Raso, hacia el palo, buscando que la pelota botase antes de llegar a portería. Dmtrovic reaccionó en dos tiempos.

Vezo y Paulista continuaban a la suya, despejando de cabeza, en complicados escorzos, los centros desde la banda del Eibar. El equipo de Mendilibar escapa al tópico de tosco que se asocia al fútbol vasco. Aprovecha las bondades del juego directo, pero es atrevido (acumuló mayor posesión) y también deja jugar. El Valencia no tuvo problemas para armar transiciones rápidas, como en un pase filtrado de Rodrigo a Mina, que chutó fuera. En el 45, el hispano-brasileño cabeceaba desviado un envío de córner.

El Valencia había perdonado y el Eibar, experto en sobrevivir con zarpazos furtivos, lo penalizó. Una pifia de Montoya la enganchó a gol el japonés Inui, al que había mantenido bien vigilado. No se esperaba el Valencia ese golpe y tardó en sentirse cómodo hasta que despertó Pereira (en otra acción iniciada por Rodrigo), para mandar un centro que no acertó a despejar la zaga y empujó a la red Mina, que nunca falta a su cita con el gol.

Guedes tuvo 20 minutos. Su salida fue jaleada por el centenar de seguidores blanquinegros, en un final de partido desgobernado y con excesivas tarjetas para el Valencia. Marcelino no renunciaba al partido y dio entrada a Ferran Torres, todo desparpajo, tirando caños en su primera aparición. Justo cuando el Valencia encerraba al Eibar, los locales remataron el partido con su reiterado argumento, un centro lateral, el único al que no llegó Vezo, y remachado por Joan Jordán.