En su relato «19 de diciembre de 1971», el escritor argentino Roberto Fontanarrosa ficcionaba el fallecimiento del Viejo Casale, un aficionado con una devoción incondicional por Rosario Central que no pudo soportar la emoción de ver cómo su equipo eliminaba a Newell's Old Boys en las semifinales del Campeonato Nacional de 1971 disputadas en el Monumental de Buenos Aires, tras el gol de «palomita» de Aldo Pedro Poy.

El «Negro» Fontanarrosa, en realidad, lanzaba un homenaje a todos esos hinchas que convierten la afición por unos colores en una liturgia casi religiosa que no se discute ni entiende de contradicciones, que no se permite siquiera silbar al equipo en una mala racha.

El 17 de diciembre de 2017 falleció Pepe Vaello, otro hincha digno de ser recordado con los honores del Viejo Casale, pero en Mestalla, y con esa conexión invisible con Rosario Central, el equipo del que el Valencia fichó a Kempes, el icono histórico con quien Pepe hablaba casi a diario y a quien quiso como a un hijo. Vaello pisó por primera vez Mestalla en 1934, con 9 años.

Empezó entonces un idilio que acentuó su intensidad en los años 70. Seguir al Valencia por todos los estadios fue la terapia que Pepe encontró para paliar el fallecimiento de su primera mujer. Siempre dispuesto a echar una mano a jugadores, técnicos, directivos y periodistas, a guardar con discreción los secretos que siempre rodean a un club. Sin llegar a ostentar nunca ningún cargo, Vaello representaba la esencia del Valencia.

El valencianismo íntegro de Vaello entronca con la tradición de los aficionados que han seguido a su equipo con independencia de derrotas y kilómetros, como José Tormo, Raimundo Echevarría o Jorge Iranzo, que acompañó al Valencia durante tres décadas, hasta una semana antes de su fallecimiento, hace ahora un año.

Vaello recibió en 2012 la insignia de oro y brillantes del Valencia y no faltó a ninguna presentación de libros, exposiciones y actos que glosaban la historia del club del murciélago. Además, era poseedor de una de las colecciones de fotografías más extensas e inéditas del club, que heredó del fotógrafo Emilio Viña.

Una reciente anécdota, vivida por este servidor, ilustra la fidelidad abnegada de Vaello al Valencia. Hace tres meses visité su tienda de cinturones de la calle Pelayo, convertida en un pequeño santuario museo del club.

Unos días atrás había reaparecido, de forma misteriosa, la bandera del Valencia FC, originaria de 1924 y que había sido robada a finales de los 90 en el traslado de las oficinas de la entidad. Tenía la intención de que Pepe me orientase, ofreciese alguna pista, del paradero de la histórica enseña durante esas dos décadas.

Cordial y dicharachero, como siempre, me enseñó fotos, me mostró los dibujos con los que se distraía en los últimos meses y me regaló un cinturón, antes de proclamar: «Nunca revelaré nada de mi club». A un club de fútbol lo condicionan las victorias, derrotas y millones de euros, pero no se pueden entender sin el relato humano de gente como Jaume Ortí, Jorge Iranzo, JV Aleixandre o Pepe Vaello, ya para la eternidad recordado como la versión del Viejo Casale que debe aspirar a ser cada espectador del campo de Mestalla.