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Contracrónica

La magnanimidad de Mestalla

El estadio alienta con generosidad al Valencia en un encuentro enrevesado desde el principio y en medio de una racha negativa - Nacho Vidal, con una presión extra por las palabras previas de Marcelino, es despedido con aplausos en su cambio

La magnanimidad de Mestalla

Los despejes sin contemplaciones de Kondogbia y Paulista en los últimos minutos de partido, con patadones dignos del rugby, eran indicativos de la sedienta necesidad que el Valencia tenía de volver a ganar. Un apuro detectado también por Mestalla, una grada tantas veces etiquetada por su supuesta exigencia cruel, pero que esta temporada está reaccionando con sabiduría y comprensión. Y aunque el juego no sea el más vistoso, interpreta el orden y sacrificio que hay detrás del actual proyecto, con una seriedad tan alejada de las frivolidades de las dos últimas horribles temporadas. Un equipo con valores que, en definitiva, arrancan siempre el aplauso, aunque el acierto sea menor.

Ayer en Mestalla se asistieron a dos claros ejemplos de magnanimidad. El tempranero gol del Girona no fue recibido con silbidos ni, siquiera, ningún runrun de incertidumbre. El equipo iba debajo en el marcador y se venían de tres derrotas en los últimos cuatro partidos. Pero la respuesta fue enérgica, de todo el estadio, que no dejó caer a sus jugadores, que en años anteriores padecían bloqueo y psicosis ante cada contratiempo como locales. Las ideas claras del equipo, su contagiosa garra joven liderada en cada carrera de Guedes, hicieron el resto, junto a la llegada de los goles.

El otro ejemplo sucedió con Nacho Vidal. El lateral llegaba al partido con una presión extra dispuesta por el propio Marcelino en la previa. No jugaba desde el 15 de octubre, tras el partido loco en el campo del Betis, y el técnico anunció públicamente su titularidad con un aviso adherido: «El Valencia no espera a nadie». Con ese escenario, la situación empeoró con el tanto del Girona, originado por la banda defendida por Vidal. Ni el lateral, ni Pereira, pudieron frenar hasta en dos ocasiones los regates, con rechaces afortunados, del carrilero Mojica, que posteriormente colocó un centro perfecto, medido a la cabeza de Portu.

Por esa banda el Girona percutió durante todo el encuentro y Vidal, aun sufriendo, resistió el desafío del futbolista colombiano del Girona. Sin otro lateral puro en el banquillo, llegó la decisión de Marcelino de introducir a Vezo en el último tramo de encuentro. La lectura inicial podría ser la de castigo, o la de oportunidad desperdiciada, pero fue entonces cuando el público, sabedor de todo el trasfondo, «bancó» al futbolista de El Campello, con unanimidad de aplausos que fueron creciendo en intensidad conforme se acercaba el canterano al banquillo.

El calor de Mestalla es un factor que, aunque pudiera resultar obvio, reclama y valora Marcelino en la previa de cada partido como local del Valencia. «Es un estadio que presiona, muchísimo, es ruidoso», reflexionaba ayer tras la victoria. Es un campo que estimula la convicción de un bloque joven, carente posiblemente de oficio cuando las circunstancias son adversas. Solo así, siempre juntos, ayer se logró sumar la victoria.

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