No me hubiera importado que el Valencia traspasara a Dani Parejo hace dos veranos cuando le entró aquel ataque de sevillitis. Al acabar la infumable temporada de Neville, Jesús Vicente y compañía, el club necesitaba abrir las ventanas y que no quedaran ni los percheros. Además, el juego del capitán sufrió una involución tremenda tras el año de clasificación para Champions con Nuno Espirito Santo. Cuando un futbolista tiene la calidad de Parejo, no es de recibo conformarse con goles puntuales a balón parado y un partido bueno de cada cuatro. Jugador con tendencia a despertar filias y fobias a partes iguales, con el de Coslada también existe la escala de grises. No todo tiene que ser blanco o negro. La exigencia al «10» no es sinónimo de militancia en el bando hater del entorno. De hecho, en estos cuatro meses con Marcelino, el propio Dani nos ha dado la razón a quienes defendíamos que podía dar mucho más.
Es lógico que cada vez que el entrenador recibe una pregunta pública sobre Parejo se deshaga en elogios. Ya no se trata, como en pretemporada, de una estrategia mental para hacerle sentir importante, para reconocer su apuesta por seguir en Mestalla a pesar de las dudas con respecto al proyecto. Merece el reconocimiento. El juego del capitán ha variado sustancialmente. Quizá sea menos vistoso para drama de los estetas pero ha ganado en pragmatismo, efectividad y, sobre todo, equilibrio. Han desaparecido los caños y las ruletas en campo propio. Las bicicletas son para el verano. Ahora trabaja a destajo en la recuperación, en dibujar coberturas a Kondogbia cuando el francés va a la presión o cae a banda izquierda para generar superioridad con Gayà y Guedes. Anticipa bien y va al suelo como en sus años mozos con Ernesto Valverde. Como pudo verse por enésima vez en el partido contra el Girona, Dani ha sufrido un proceso de albeldización extremo que beneficia de forma absoluta al colectivo.
El escenario ha cambiado por completo. Ya no estamos en julio de 2016. Mestalla se pone en pie para reconocer la implicación y la metamorfosis de su capitán. Para Dani, Sevilla ya no es un paso adelante. No le importaría retirarse en Valencia. Esta versión del '10' sí debería ser intransferible. Todos sabemos cómo acabará esta película, más todavía sabiendo cómo se las gasta Mateu Alemany con las joyas de su corona. Mejora y ampliación de contrato, que acaba en 2020. Parejo se lo está ganando. Ha pasado de ser un buen jugador a un jugador importante. Y eso se paga.
