Lucho Vietto es el penúltimo futbolista tocado por la varita mágica de Marcelino García Toral. El delantero argentino volvió a sonreír anoche, con los tres grandes goles que rompen el hechizo melancólico que lo atrapó a la orilla del Manzanares.

Para el recuerdo queda el tercero, desde más de 40 metros, en la misma portería en la que marcaron goles idénticos el Piojo y Mijatovic. Esa capacidad de rescatar el mejor rendimiento de futbolistas cuyas carreras parecían estancadas, sin previsión de mejores capítulos, está distinguiendo al técnico asturiano.

Kondogbia era un jugador acomplejado por Frank de Boer en el Inter, esa trituradora de fichajes. Paulista había desaparecido en el Arsenal, entre lesiones y señalado por los seguidores gunners por lesionar a su compañero, el «wonderkid» Wilshere. Qué decir de Zaza y su pesadilla entre la Eurocopa y los meses de lluvia sin goles en el West Ham.

Parejo es un capitán con mayúsculas y Neto ha descubierto que hay vida más allá de la sombra de Buffon. Y Maksimovic ha olvidado los meses de ostracismo en Kazajistán para mostrar el talento de escuela balcánica.

Mestalla necesitaba una noche lúdica, para espantar el sabor amargo del último mes, con un peaje exagerado de derrotas y pocas victorias demasiado sufridas, por la mínima y de penalti.

La alineación de Las Palmas, sin Viera ni Tana, era una tímida señal de bandera blanca por parte de Paco Jémez, más preocupado por las ocho victorias que como mínimo necesitaba para alcanzar la permanencia en Liga. Sin embargo, como está instalado en su ADN, los canarios salieron a jugar, a intentarlo, dejando los espacios oportunos para que el Valencia maniobrara con soltura desde el primer minuto, y se viera el repertorio más variado de cada valencianista.

La llegada de Vietto ofrece, sobre todo, clarividencia en los últimos metros, en los que el equipo más se ha precipitado en las últimas semanas. Lo agradeció Zaza, que demostró que no es solo un ariete de entrada impetuosa al remate.

El italiano regaló controles orientados de pecho y desplazamientos en largo dignos de un delantero completo. Le fue muy fácil entenderse con Vietto, cuya aclimatación al equipo ha sido instantánea por su conocimiento del 4-4-2 de Marcelino.

El argentino salía de regates, dibujaba dejadas sin balón y disparaba con peligro. Después, se destapó con tres goles de bandera, sobre todo el último. Hasta Nacho Gil y Andreas Pereira, jugadores de corte explosivo que venían de actuaciones discretas y necesitan divertirse para sentirse completos, enseñaron regate.

Maksimovic empezó arrancando aplausos con sus recuperaciones de balón y terminó ovacionado tras el fantástico gol de media distancia por toda la escuadra. Su camino no ha sido fácil. Sin conocer el idioma (ni siquiera el inglés), sin ser un fichaje del cuerpo técnico. Es un jugador llamado a ser protagonista en 2018 en un Valencia que va directo a por la Copa.