El Valencia lo tuvo todo en la mano anoche (ganar al colista y ser segundo en la tabla) y se quedó sin nada. Huéfano de Parejo, el capitán ausente, tanto en el juego como en la necesidad de liderazgo sobre el campo de Gran Canaria. De alguien que hubiera parado la locura de Gabriel Paulista, autoexpulsado en el arranque de la segunda parte. El árbitro le pitó un discutido penalti por una mano y el central brasileño perdió la cabeza con protestas airadas a la cara del colegiado. Es cierto que el colegiado no había sido ecuánime en el reparto de amarillas (9 recibió el VCF por 2 Las Palmas), pero la reacción de Paulista fue un grito inexplicable para ser expulsado. El victimismo siempre es dañino para un equipo y las palabras de Marcelino en la previa apuntando a los árbitros quizá fueron malinterpretadas por Paulista. El equipo, con uno menos, ya no supo jugar, se alargó demasiado, y desaprovechó la superioridad de la primera parte y la entrada de sus mejores hombres en la segunda: Guedes, Vietto y Zaza nadaron contra corriente.

Marcelino volvió a sorprender en la alineación al dejar fuera a Guedes y apostar por Maksimovic y Nacho Gil como interiores. Si la idea era reservar al extremo portugués, le salió bien hasta que lo estropeó Paulista.

Santi Mina, en posición de 9, entró como un tiro y cabeceó dos veces al primer palo sendos córners de Nacho Gil. El primero lo rechazó Chichizola y el siguiente lo cambió más de dirección y se convirtió en su séptimo tanto en la Liga. Era el subidón moral del gallego tras la titularidad cuando parecía condenado al banquillo con el fichaje de Vietto.

El Valencia creyó poder sentenciar el partido a la contra cuado Rodrigo sirvió raso y en profundidad hacia Santi Mina, cuyo remate lo repelió Chichizola antees de golpear en el poste. Ese palo cambió el partido.

El cuadro de Marcelino controlaba el juego cuando Gabriel Paulista encogió el cuerpo en el salto con Calleri, que dejó de cara a la llegada de Jonathan Viera. La relajación del central brasileño le costó el gol del mediapunta canario. Su tiro elevado le dobló la manos al meta Neto.

El VCF fue perdiendo contacto con la pelota y viéndose obligado a correr tras ella. Bien secundado por Nacho Gil, Lato logró alcanzar varias veces la línea de fondo, donde más duele al contrario, y, de uno de sus centros atrás, Rodrigo sacó un disparo detenido por el cuerpo de Gálvez. Al Valencia le faltó continuidad y también algo profundidad por su extremo derecho. No se le puede achacar nada a Maksimovic, un derroche de energía y solidaridad, aunque no es su posición natural. El equipo pedía a gritos la entrada de Guedes.

Los resbalones de Lato a punto estuvieron de costarle un gol al Valencia: lo impidió Gabriel Paulista, que iba a perder la cabeza poco después. El balón le rebotó en la mano, el árbitro señaló penalti y el central brasileño protestó sin mesura hasta ver dos amarillas seguidas. Con toda la segunda parte por delante y con uno menos, dejaba a su equipo noqueado. Al lado del enloquecido Paulista, el capitán, Rodrigo, asistía en silencio.

Marcelino reaccionó con la entrada de Guedes por Nacho Gil. Pero el equipo se hizo muy largo, sin transición en el centro del campo, propiciando un correcalles que en la nada le beneficiaba. Guedes también se equivocó al abusar de la jugada individual en lugar de pasar el balón. Debería tocar más y no siempre jugársela en el regate. Entraron Vietto y Zaza, pero el Valencia había entrado en una dinámica autodestructiva potenciada por la segunda amarilla de Vezo. Solo Zaza, con una genialidad, a punto estuvo de empatar en el descuento. Cabre reflexionar: menos protestas y más fútbol.