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Reportaje

'El Gráfico' dio la pista del fichaje de Kempes

El cierre de la edición impresa de la revista argentina «El Gráfico» deja huérfano al periodismo deportivo mundial

'El Gráfico' dio la pista del fichaje de Kempes

El periodismo deportivo mundial está de luto con el cierre, esta pasada semana, de la revista argentina El Gráfico, una de las publicaciones mundiales más prestigiosas del deporte.

Fundada en 1919 como una revista de interés general, contó con firmas históricas como Osvaldo Ardizzone y Dante Panzeri, el creador de la teoría del fútbol como «dinámica de lo impensado». Y de manera colateral, El Gráfico tuvo un papel decisivo en la historia del Valencia CF. En sus páginas estuvo el origen del fichaje de Mario Alberto Kempes, el delantero más carismático de la historia del club blanquinegro.

La historia se remonta a mediados de los años 70. A Bernardino Pérez Elizarán, el mítico exfutbolista Pasieguito, secretario técnico del Valencia, le llama la atención que un futbolista cordobés, del interior de Argentina, y que con veinte años ha pasado de Instituto a otro equipo alejado del radio influyente de Buenos Aires como Rosario Central, tenga tanto predicamento entre la prensa especializada de la Capital Federal.

Sobre todo en una publicación tan fiable y prestigiosa como El Gráfico, revista de la que le llegan números periódicamente, por gentileza de los buenos amigos que conserva en Argentina. «El Gráfico» ya le ha dedicado varias portadas («tapas», como son conocidas en Argentina) a ese futbolista zurdito, llamado Mario Alberto Kempes.

La intuición futbolística le hace pensar que hay madera de gran jugador. Antes de volver al Valencia para encabezar la secretaría técnica, Pasieguito estuvo entrenando al Sporting de Gijón, donde militaba el argentino Aquiles, que también le hablaba maravillas del joven Mario. Con todo, merece la pena seguirle la pista, como así sucederá, desde el Mundial disputado ese mismo año en la República Federal de Alemania. Con el dorsal 13 a la espalda, Kempes juega como titular la mayor parte de los partidos, pero no logra marcar ningún gol en un combinado que capitula en la segunda fase de grupos, ante el poderío emergente de la Holanda de Cruyff y la Brasil de Rivelinho.

El viaje a Argentina

Dos años después, y con la venia del presidente José Ramos Costa, Pasieguito pone en marcha su cuidadoso plan para avanzar en el conocimiento del fútbol de Kempes y completar su fichaje. Es un tiempo sin Youtube, ni información en directo de los marcadores de medio mundo, ni jóvenes expertos de fútbol internacional en redes sociales, Pasieguito pasa a la acción desplazándose a Argentina para recabar personalmente más información.

En la comitiva le acompañan otros dos mitos del valencianismo como Salvador Monzó y Mundo Suárez. «Pasiego» se entrevista con el técnico que Kempes tenía en Instituto, del que recibe informes entusiasmados. El plan de seguimiento pasa a una segunda fase.

El «ojeador» se hace pasar por un aficionado de Central para asistir a los entrenamientos del equipo y, de paso, recabar datos sobre la vida privada del futuro «Matador». «Aquella verticalidad y su potente zurda me ayudaron a decidirme al instante. Además de tener una gran fuerza y mucha velocidad, Mario era técnicamente perfecto», rememoraría Pasieguito a Levante-EMV en 1993, cuando regresó a la dirección deportiva de Mestalla para fichar a Pedja Mijatovic, un desconocido mediapunta montenegrino que huía de la guerra de los Balcanes.

La reacción de Central es furiosa. «Ni lo intenten». Entonces Pasieguito recurre a otro viejo colega argentino, Aguirre Suárez, un violento defensa al que entrenó en el Granada en los 60, pero con modales y verbo exquisitos. La combinación perfecta para disuadir a la familia del muchacho de la necesidad de dar el salto a Europa y para ablandar a la dirigencia rosarina.

La negociación fue ardua y Kempes llegó a declararse en rebeldía y a amenazar con dejar la práctica del fútbol para forzar una salida. Los 30 millones de pesetas que puso el Valencia sobre la mesa eran una oferta imposible de rechazar. Solo quedaba convencer a la barra brava del club «canalla», que amenazó con quemar el Gigante de Arroyito, el estadio auriazul. Se pacta un referéndum popular (amañadísimo por la directiva) para decidir la venta. A partir de ese instante, el resto de la historia ya es conocida, y fue pura gloria para el valencianismo.

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